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18 de julio, 2010

Falta mucho, aún, para el cambio de gobierno municipal. Sin embargo, si usted es de los que gustan de la futurología, debe anotar en su lista de probables funcionarios, a partir de enero del 2011, a José Arambula y a Francisco Cruz. El primero, por haber manejado las finanzas de la campaña, ya se le ve despachando en la tesorería, en tanto que al segundo se le ubica en el área de comunicación social. Seguramente que a quienes trabajaron en la campaña del alcalde electo, se les hará eterno el plazo que media entre el 4 de julio al 31 de diciembre. Es medio año, mucho tiempo, sobre todo para quienes en estos momentos están desempleados y no tienen un ingreso seguro. Quizá por ello el alcalde electo, Benjamín Galván, ya les pidió a sus colaboradores que se tomen un descanso, junto con sus familias, en espera de que se llegue el relevo. Y aunque a la actual administración aún le quedan cinco meses y días, hay quienes, como el regidor Juan Manuel Cortés, toman todo con calma y dicen que es normal que ahora la gente empieza a hacerles un vacío a los que se van y busquen congratularse con los que vienen. Es la vieja conseja de “muerto el rey, viva el rey”, que suele ser una etapa dolorosa si no se toma con calma. Estos procesos son cíclicos y mal hacen quienes al llegar a un cargo público piensan que estarán eternamente, cuando en el caso de los que son electos, sus períodos están limitados al tiempo en que se les eligió y los que llegan por nombramiento, dependen del respaldo y voluntad de quien los nombró. Por supuesto, hay quienes no lo ven así, y aún está presente que cuando Horacio Garza llegó a la alcaldía por segunda ocasión, el que estaba a cargo de la oficina de pasaportes, Oscar Siller, no quería dejar la oficina pues decía que le pertenecía a él. Horacio mandó a Marisela López Ramos para pedirle a Siller que desalojara la oficina y el hombre, la echó de manera poco amable, pero al final terminó yéndose. Al inicio del trienio de Daniel Peña, hubo otro personaje que no quiso entregar la llave de la puerta de la oficina del Puente III, porque argumentaba que era suya y se tuvo que llamar a un cerrajero para que cambiara la chapa. En fin qué bueno que Juan Manuel Cortés actúa con mesura ante una situación que es inevitable y así deben hacerlo todos los funcionarios que dejarán el cargo el 31 de diciembre. Si alguno se les llama para otra encomienda, que bien y si no, al menos les queda el consuelo de que ya ocuparon un cargo. En otro tema, el regidor Rogelio Soto Quiroz tiene en su oficina de la presidencia municipal, el busto que mandó hacer en honor a Manuel “Maquío” Clouthier, en espera de que personal de Obras Públicas lo instale en una de las esquinas de la plaza Longoria. Rogelio esta orgullosísimo de este homenaje al excandidato presidencial del PAN en 1988. Pues bien, el otro día, medio abrió la puerta de la oficina de Quiroz un conocido vendedor de billetes de lotería y al ver el busto lo primero que dijo fue: “!El jefe Diego!” y ante la equivocación poco faltó para que el edil mandará echarlo del edificio. Por supuesto, fue un error sin mala voluntad, provocado primero porque Clouthier, al igual que Diego, usaba barba tupida y segundo, porque el busto es color bronce y en principio es posible equivocarse en su identificación.
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