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500 mil millones

Raúl HERNANDEZ

5 de noviembre, 2010

 

No cabe duda que en México tenemos un sistema fiscal complicado, diseñado para tener controlados a los contribuyentes cautivos,  pero en cambio  la economía informal es igual o más grande  aún que la formal.

Pero además, se sigue manteniendo privilegios para los llamados regímenes especiales, del que se benefician 400 grandes empresas que cada año dejan de pagar más de 500 mil millones de pesos. Se trata de los más grandes consorcios que no pagan impuestos  y muchas veces  hasta les regresan dinero, con  apoyo de algún abogado como Diego Fernández de Ceballos. Si alguien lo extraña, además de su familia, son  las grandes empresas porque saben que con él recuperar impuestos es pan comido.

El más reciente golpe a los contribuyentes es el uso de la factura digital que  ya utilizan muchas empresas, pero a partir de enero se va a estandarizar. Con ello, las imprentas del país van a  tener una merma de más del 40 por ciento en sus ingresos, con la consecuente cierre de plazas y es posible que de negocios.

Pobres impresores, Hace algunos años, la Secretaría de Hacienda los convirtió en socios obligados y los utilizó  para controlar la  impresión de  facturas y ahora los desecha, sin revisar el costo que  tendrá  dejar de imprimir facturas en papel, mismas que van a seguir, pero no ya en  la misma proporción que antes.

Todavía  habrá que ver si la medida de usar  facturas digitales se refleja en una mayor recaudación, porque una cosa es la teoría  y otra la práctica. Y  ojala que si se lograra el propósito de  aumentar la recaudación porque ese reflejaría en más recursos para la operación de la administración pública.

En Estados Unidos la gente  paga muchos impuestos, pero  saben que esos impuestos se traducen en autopistas, en seguridad, en mejores escuelas, en una mejor infraestructura de servicios públicos.

En otro  tema, es muy loable la ley anti-obesidad en las escuelas que  aprobó el Senado.  El problema es que un decreto no basta para resolver un problema de este tipo.

Acostumbrar a un niño a una alimentación sana es tarea de los padres de familia, pero  muy poco puede pedírseles a estos si son pobres. ¿Cómo pedirle a  un padre pobre que a sus hijos los alimente con pescado, con pollo,  con  leche, con queso, si lo que gana no les alcanza?

La alimentación sana es una cuestión que va ligada al nivel económico de las familias y es que parece increíble que mientras en muchas  casas, la comida termina echándose a perder, en  otras no hay  qué comer. Y no  hay para comer nada; ni carne, ni  verduras, ni frutas, ni lácteos. Muy apenas alcanza para  frijoles y tortillas y a veces ni eso.

Seguramente muchos  nos ofenderíamos si se nos enviase a nuestra casa una despensa de esas que entregan los  gobiernos estatales o municipales, pero en cambio, para muchos otros, esa despensa les permite comer algunos días.

A los padres de familia corresponde  hacer su  parte, para que sus hijos consuman alimentos lo más sano posibles. Al final, es más nutritivo, y más barato, un plato de frijoles de la olla que una bolsa de  papas fritas, pero  tampoco hay que  echar las campanas al vuelo, pensando que el consumo de alimentos chatarra se  termina con el decreto aprobado. Para eso tendrán que pasar muchísimos años más.

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