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Tamaulipas y el fenómeno migratorio

Martín SIFUENTES

05 de septiembre, 2021

El problema que tiene Reynosa con el creciente número de migrantes instalados en el improvisado campamento de la plaza de la República, tiende a crecer y a extenderse incluso a otros municipios fronterizos de Tamaulipas, como Nuevo Laredo y Matamoros.

En este último municipio apenas hace unos meses se pudo desalojar una inmensa área en donde varios miles de migrantes se habían apostado.

La situación real y lo que la agrava, es que apenas el fin de semana pasado tras la desintegración de tres caravanas migrantes por parte de las autoridades mexicanas, una cuarta formada en su mayoría por centroamericanos, venezolanos, cubanos y haitianos, salió de Tapachula, Chiapas hacia el norte de Mexico.

Todo esto, a pesar de la vigilancia de las autoridades mexicanas que han montado operativos para disuadir a los extranjeros de internarse en territorio nacional, operativos que en cierta medida han fracasado por el uso indebido de la fuerza ante las cámaras de noticieros internacionales, que han documentado la utilización de técnicas ilegales de contención. 

En forma dispersa o en grupo, pero los integrantes de esa caravana llegarán a la frontera de Mexico con Estados Unidos, y llegarán como los han hecho miles y miles en los últimos meses.

El gobierno mexicano, quizás presionado por el gobierno norteamericano, ha fallado en un punto fundamental, en el mínimo respeto a los derechos humanos de esos migrantes.

Tapachula es una Torre de Babel, donde decenas de miles de ciudadanos de otros países deambulan desesperados en busca de un permiso que les permita quedarse, trabajar o transitar por Mexico, y ante la negativa o el burocratismo, se arriesgan a cruzar por nuestro país con todos los riesgos que esto conlleva, como quedar a merced de criminales y de autoridades locales que los amedrentan y extorsionan. 

Al llegar a la frontera, la historia es conocida: los migrantes no cuentan con ninguna condición favorable, son pocos los que pueden llegar a un albergue más o menos digno, la gran mayoría se las tiene que arreglar para sobrevivir en las calles, y prepararse para pasar hambres, humillaciones y malos tratos.

Si no fuera por organizaciones civiles, tanto de Mexico como de Estados Unidos, que hacen más de lo que pueden, los migrantes no tendrían nada, ni siquiera un pedazo de pan que llevarse a la boca.

Es decir, son estos grupos privados de la sociedad los que están realizando una acción que debiera ser ejecutada por el gobierno.

Ese es el gran problema y que rebota en Reynosa, y en Matamoros, y en Nuevo Laredo. El gobierno mexicano no ha podido contener la migración en la frontera sur, y tampoco ha sido capaz de darles un trato digno en su paso y en su estancia temporal.

La política migratoria mexicana, que antes se asumía como protectora y respetuosa del derecho humano de migrar, hoy ha cambiado; y una de dos, o el gobierno de nuestro país ha sido absolutamente rebasado, o intencionalmente no se hace nada, quizás para desalentar al migrante.

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