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Recobrar la grandeza mexica

Max Avila

13 de octubre, 2020

Por supuesto, existen razones suficientes para que AMLO exija, tanto a los gachupines como al Vaticano, pedir perdón al pueblo mexica por el terrible daño causado durante la invasión. De alguna manera la iglesia católica fue cómplice por los trescientos años de saqueo, masacres y humillación sin fin, al considerar que nuestros antepasados no merecían trato humano “por carecer de alma”.

Son muchos los testimonios, incluso provenientes de algunos renombrados evangelistas indignados por la crueldad que incluía el marcar con hierros candentes a las víctimas derrotadas por la barbarie española, sin respetar edad ni sexo.

En este sentido la religión fue impuesta con sangre, justo en la época donde en otras partes del mundo era cuestionada, surgiendo la reforma, que como sabéis, impulsara el fraile agustino Martin Lutero desde Alemania.

El asunto es que el año próximo se cumplirán quinientos años de la caída de Tenochtitlan y por consecuencia la derrota mexica, por lo que será oportunidad de buscar la reconciliación, según la propuesta de AMLO. Será la oportunidad también de que la jerarquía religiosa haga lo propio. Por parte los “gachupas” Felipe V1, y Francisco Papa por el Vaticano.

Testimonios sobran digo, no es posible ignorar la matanza del Templo Mayor ordenada y dirigida por el asesino Pedro de Alvarado, quien estaba al mando en ausencia de Cortés el cual saliera a combatir a Pánfilo de Narváez, enviado desde Cuba para someterlo, debido a su desobediencia de permanecer en la isla, hecho considerado como traición por el gobernador Diego Velázquez y desde luego por Carlos V, soberano de España.

Para realizar la felonía, Alvarado aprovechó la gran fiesta del mes Texcatl en honor a Tezcatlipoca en que, según lo cuenta Alfonso Toro en su Historia de México, algunos de los principales sacerdotes pidieron permiso para celebrarla “con los ritos y regocijos públicos acostumbrados”, mismo que fue concedido con la condición de no realizar sacrificios humanos.

Dice el maestro: “el conocimiento de estas costumbres inspiró a Alvarado la infernal idea de aprovechar la fiesta para cometer una traición. Llegada le fecha se engalanó el templo mayor y una multitud formada por toda la nobleza azteca, guerreros y sacerdotes, se presentó adornada con sus más vistosas joyas y ricos trajes, llevando ramilletes de olorosas flores, y las ofrendas usadas en tal solemnidad.

Según la costumbre, comenzaron las danzas sagradas al son de los tambores del templo y de los caracoles; pero cuando aquellos hombres inermes bailaban ante la multitud regocijante, contentos y descuidados, se presentó de improviso Alvarado con sus castellanos, coronándose las almenas de arcabuceros, cubriéndose las salidas con caballeros armados de hierro que con sus espadas y picas detuvieron a los que trataban de huir, y luego, con una señal convenida, principiar una de las cobardes y crueles matanzas de que la historia guarda memoria.

Los que no sucumbían a los tiros de los arcabuceros cayeron al filo de las espadas atravesados y pronto el suelo estuvo cubierto de cadáveres, regado de sangre inocente. Los castellanos en tanto, convertidos en bandidos, en medio del desorden y la confusión, los gritos de horror de la multitud y los lastimeros ayes de los moribundos, se entregaban al robo y al pillaje de cuantas alhajas y objetos de valor pueden haber a la mano, transformándose así la alegre fiesta en día de llanto y luto para la ciudad”.

Este hecho dio lugar al enojo e indignación mexica por lo que decidieron combatir a los gachupines echándolos de Tenochtitlan, produciéndose aquel capítulo de “la noche triste”, que dicen, fue cuando ante la derrota, lloró Cortés bajo el árbol de Popotla.

Claro que el criminal invasor regresaría dos años después ya repuesto y fortalecido con nuevo equipo y armamento, incluso naval (recordéis que la gran ciudad estaba ubicada al centro del lago de Texcoco), además de apoyado por ejércitos cholultecos, texcocanos y tlaxcaltecas, con los resultados conocidos.

Lo anterior es apenas uno de los capítulos de la negra historia escrita con la sangre mexica que produjera la enorme riqueza material que por aquel tiempo, convirtiera a España en la principal potencia europea.

¿No será razón suficiente para que el gobierno gachupín pida perdón a uno de los pueblos originarios que fue víctima de su ambición y crueldad?...De igual forma el Vaticano está en la misma obligación…la historia los condena y no se trata de ninguna “ocurrencia” del gobierno de la 4T, sino de un mero gesto de justicia y reconocimiento de que los invasores ignoraron no solo los principios religiosos de los que aseguraban estar investidos, sino de la barbarie utilizada para lograr sus propósitos de saqueo y robo…y todavía hay élites privilegiadas que los defienden y justifican.

En este sentido no faltan tampoco los conservadores que “sugieren” que también nuestro gobierno debiera pedir perdón por el fusilamiento de Maximiliano, como si el austriaco resultara inocente de la confrontación armada entre nacionales y la muerte de miles que nada tuvieron que ver con el mal oliente “imperio” impuesto por la reacción…como si la soberanía y la dignidad nacional estuvieran desligadas de la historia y sus circunstancias.

                                   ODIO, VIOLENCIA Y DISCRIMINACIÓN

Las características de la ultraderecha conservadora son las mismas de siempre, es decir, odio, violencia y discriminación, sea desprecio total por la existencia de los demás…y ni modo que sea invento.

Al respecto las evidencias se acumulan y lo más lamentable es que se registran en medios de comunicación. Dos renombrados columnistas ya dieron cuenta de su inclinación fascistoide. Uno de ellos llamó a atentar contra AMLO durante su campaña, bajo la pretensión de que no llegase a la presidencia. Y de ello jamás se retractó, ni siquiera se tomó la molestia de aclarar el sentido de sus palabras, al contrario.

Otro más reciente, Francisco Martín Moreno, lamentó la desaparición de la santa inquisición, porque “gustoso quemaría en el zócalo a los militantes de MORENA”…haga usted el favor.

Pero deje, hay un tercer ejemplo: se trata de Giovana Mena, conductora de un canal televisivo en Campeche, quien se dijo “urgida” de que muera López Obrador en un accidente, para lo que pregunta, “¿cómo le hacemos?”.

Ante tal derroche de rencor, bueno es que se haya dispuesto mayor seguridad para AMLO, algo que también critican sus adversarios…Al respecto, ¿quién los entiende?, primero decían que era una irresponsabilidad no contar con la protección debida, y ahora les molesta la discreta estrategia para preservar su integridad, aunque lo más grave es el clima de odio creado por la reacción fundamentalista donde también el clero católico ya se apuntó a través de su vocero, Sandoval Iñiguez, arzobispo de Guadalajara. Ojo, porque cuando la iglesia habla de violencia no se anda con cuentos. Una prueba es el crimen de Álvaro Obregón, reelecto presidente, a manos del fanático José de León Toral.

SUCEDE QUE

Homero Díaz Rodríguez debe saber que los tamaulipecos de ayer ya no somos los mismos, sea que la vieja película no aplica en tiempos de pandemia y menos cuando fue echada al cesto de lo inútil…”desborrada” pues, pa’ que mejor se entienda.

Y hasta la próxima.

Usa los números de emergencia responsablemente.
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