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Por la dignidad de los mayores

Max Avila

16 de febrero, 2021

Inició “a tambor batiente” la vacunación a adultos mayores contra el Covit-19. Dícese y así es, el grupo más vulnerable en razón de historias a lo largo de existencias personales que debieron ser buenas o malas, depende, mismas que sin embargo significan ahora una carga social o familiar, lo cual no deja de ser fría realidad.

En México somos unos quince millones que caminamos al filo de la navaja, quienes por cualquier motivo, tarde o temprano pasaremos a ser solo recuerdo y en muchos casos ni eso. 

El asunto es que el sector más viejo de la población es requerido para sobrevivir por encima de las condiciones que impone el virus. Y uno se pregunta si valdrá la pena sabiendo que existe déficit en vacunas y muchos millones que debieran formarse primero para recibirla por su condición de población actuante y constante. Es decir los que en plenitud son necesarios para la transformación del país. Muy bien que se cuide a los mayores pero no debiera ser prioritario. Y conste que el columnista forma parte de este ejército que está en lista de espera. 

Al paso de los años uno se da cuenta que poco a poco deja de ser necesario, hasta que topa con la soledad, y por supuesto el deterioro orgánico temido aunque esperado, y ante el cual solo cabe la resignación. “Dios perdona, el tiempo no”, dicen y nadie duda que es verdad. Un proceso irreversible que llega y cuyos signos aparecen cuando hay resistencia para dejar la cama o salir de casa a reanudar caminatas inconclusas por el cansancio que pesa y alarga dolencias, pero también cuando ya no se disfrutan las mañanas luminosas del verano, las primeras rosas de primavera, o las maravillosas tardes en que sonreías al ocaso y esperabas el soberbio anuncio de la otra naturaleza, la mostrada por relucientes puntos que por la noche dan cuenta del poder supremo del infinito. 

Los viejos que vivimos para contar nuestra historia, somos como “sol Roth”, personificado por Edward G. Robinson en la película, “Cuando el destino nos alcance” el cual aceptó morir por voluntad propia cuando se dio cuenta que su existencia ya no tenía sentido en un mundo caótico, promiscuo, desolado, contaminado y carente de los alimentos que antes prodigaba la naturaleza.

Dicha obra, realizada en 1973 en base a la novela, “¡Hagan sitio!” de Harry Harrison, está ambientada en el 2022, en New York, una ciudad de cuarenta millones de habitantes que han de alimentarse, salvo una élite de poder, con productos derivados de plancton proveniente del mar que también muere. 

Ante la escasez, la empresa oficial encargada del abastecimiento popular, se ve en la necesidad de utilizar cadáveres humanos. Ahí es donde entra nuestro personaje, al que como último privilegio le permiten por veinte minutos, escuchar su música favorita y observar en una pantalla escenas de la naturaleza ya extintas. Después simplemente muere y su materia orgánica se convierte en alimento para los demás. Entonces fue película ficción de enorme impacto que ahora nos acerca a la realidad. 

Con todo respeto para mi generación, digo que los adultos, (que más que esto somos mayores pero no mayoría), debiéramos esperar a que se vacunen los que están en primera línea en el combate por salvar a México del atraso y sub desarrollo. No se trata solo del personal sanitario, sino de quienes están en plenitud de vida. No es justo que mueran los jóvenes antes que los viejos. El escribidor acaba de perder a un sobrino que con optimismo enfrentaba su futuro, alentado por su vitalidad y su familia. Muchos como él, ahora mismo están fuera de la esperanza de vida que significa vacunarse a tiempo.

Los mayores somos especie en extinción sin futuro ni expectativas y el hecho de convertirnos en objetivo esencial contra la pandemia, (incluso publicitario y hasta electorero), conlleva concesión lastimera que no merecemos porque aún conservamos suficiente valor para morir cuando el organismo lo decida, sin ir más allá, sin buscar ni implorar vida artificial.

Lo entendieron los diputados locales de mayoría en el congreso de la CDMX, mismos que recién emitieron una iniciativa respecto del derecho a morir con dignidad, es decir, en el momento oportuno, sin sufrir la denigrante humillación de suplicar tiempo extra para permanecer en un mundo que ya no nos pertenece En cuanto a la vacunación, el columnista habla por él mismo: no será sometido a realizar largas filas, ni al policiaco interrogatorio de empleados para los que solo cuenta el número de turno, sea que en principio renuncia a vacunarse y lo hará, salvo que al final sobre por ahí alguna dosis que nadie reclame.

QUE FALTA DE CONFIANZA

Ora sí que el obispo victorense no se midió al decir que “usar cubre bocas es desconfiar de Dios”. Creo que don Antonio González Sánchez olvidó que muchos curas han muerto por efectos de la pandemia, tal vez por confiar demasiado en el Creador y no creer en los avances de la ciencia. Quizá no recuerda que Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado Emérito, estuvo en un tris de perder la vida por las mismas razones y motivos, aunque su milagrosa salvación a lo mejor se debió más bien, a haber sido el trigésimo quinto sucesor de Fray Juan de Zumárraga, aquel a quien se acredita haber convalidado la aparición de la Guadalupana en la tilma de Juan Diego, cuya parte de la original por cierto, se encuentra fuera del país, mientras que el resto se guarda celosamente en la basílica de la CDMX. 

No se midió don Antonio digo, y es que la sentencia emitida contrasta con los esfuerzos realizados por las autoridades sanitarias en contrario, las cuales bien podrían exhortar al religioso a no incitar a la rebelión a la feligresía “que de por sí, poco le falta”, como dijo aquel.

Desde luego el obispo es un irresponsable por haber dicho lo que dijo. Sea que ni toda la santidad que se carga por mandato divino, lo exime de culpas terrenales. Una de ellas le resulta por inmiscuirse en asuntos oficiales que tienen por objeto la salud comunitaria. Por ello, mal no estaría que las autoridades le llamaran la atención, en este sentido como que a don Toño le hace falta un jaloncito de orejas, nomás pa’ que no se crea lo que no es.

SUCEDE QUE

Los “apagones” de energía eléctrica en el norte tienen su origen en la decisión neoliberal de abandonar la extracción de gas en la Cuenca de Burgos, (la más grande de Latinoamérica), bajo la clara intención de beneficiar a empresas extranjeras de las cuales hoy depende México. ¿Otro de los grandes negocios a la sombra del poder?. Sin duda.

Y hasta la próxima

La seguridad de nuestros niños y niñas es tarea de todos.
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