Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
8 de junio, 2011
Ayer se celebró en México el Día de la Libertad de Expresión.
Estuvimos invitados a una charla en San Fernando con compañeros comunicadores, miembros de la sociedad y autoridades locales con quienes compartimos algunos conceptos.
La efeméride se remonta a la fecha en que el entonces Presidente de la República MIGUEL ALEMAN VELAZCO se reunió con un grupo de editores –dueños de periódicos- en Guadalajara para pactar canales de entendimiento y colaboración.
“La institucionalización de la propaganda oficial”, dicen algunos moderados, que otros “puristas izquierdosos” la condenan con palabras más fuertes.
No podemos desconocer que los medios de comunicación son por un lado negocios, por el otro a querer o no son también instrumentos de poder, a los que quienes les invierten pretenden sacarles réditos.
Esa es la definición más parca, simple, cruda, medios igual a negocio y poder.
A querer o no, también, en los medios coinciden una serie de vocaciones, convicciones, intereses, que no son precisamente los del empresario, pero de los que no puede disociarse de manera alguna.
Para que un medio sea negocio y pueda ejercer cualquier suerte de influencia, las intenciones “mundanas” aquellas, bueno, pues debe ser un buen producto.
Y el buen producto no solo se define en la calidad del papel, la firmeza de las tintas, la combinación de los colores o el tamaño y forma de las tipografías, hablando de periódicos, que los medios electrónicos tendrán sus equivalencias.
Un buen medio se define en sus contenidos y aquí es donde aterriza el interés de la colectividad, lo que damos en llamar “la sociedad”, a la que no es ajena el menesteroso, el empresario, el obrero, el pastor religioso, profesionista, campesino o vendedor, en el amplio abanico de sus posibilidades.
De manera regular separamos la sociedad de sus autoridades; luego hay quien pone otras subdivisiones como la “sociedad de castas…” y cosas por el estilo, o autoridades civiles y militares –y las religiosas?- o lo que por estos tiempos se ha propalado tanto como los “grupos de poder fáctico”.
Pero eso ya es meternos mucho en honduras y por ahí luego nos perdemos.
En la escuela luego nos preguntan ¿qué son los medios masivos de comunicación? Y la respuesta fácil, inolvidable ha sido “por sécula seculórum”: son los instrumentos mediante los cuales se interrelacionan el pueblo y sus autoridades.
Ah chingá… ¿y luego?, ¿qué jabón los patrocina?, ¿de qué viven?, ¿cómo funcionan?, solía preguntar el primo de un amigo.
Pareciendo simple, no lo es: los financian y reportan réditos al patrón, el pueblo, los lectores –radioescuchas, televidentes y navegadores de la red mundial-, por un lado y por el otro, los anunciantes –comercios, instituciones públicas y privadas, ciudadanos.
En conciliar los intereses de todos, que son muchos, disímbolos y de manera regular encontrados está el arte de instalar, dirigir, operar, trabajar para un medio.
Cuando lo publicado encaja en nuestras percepciones, convicciones, formación, en nuestros intereses pues, lo celebramos, pero luego cuando va en contra de los nuestros, que serán los afanes de otros, solemos condenar, señalar y de repente reclamar.
Como en la vida pública, en el gobierno y la política, también en los medios se da una lucha cotidiana, entre los intereses del editor, los del director, del jefe de redacción, el de información, el corrector de estilo y de ortografía, el jefe de talleres, el prensista y algunas muy pocas, veces -ajá-, del reportero y columnista.
Es una lucha de caballeros que suele ganar el que más trabaja, el que más se prepara, el que más empeño le pone al oficio y que no siempre es el mismo.
Hacemos estas alusiones porque luego, como consideramos antes, todo mundo enjuicia a los medios y a los comunicadores, incluido, minuto a minuto, el jefe al subordinado y viceversa, olvidando el rol de cada cual, descansando en el interés propio.
Resumiendo, cada cabeza es un mundo y la publicidad siempre será un mal…o un bien necesario –como quiera vérsele-, porque además echar a andar cualquier medio de comunicación es caro, muy caro.
¿Vieron la estructura de mando? La operativa es mucho mayor, por supuesto y hay que multiplicarla por cuantas secciones tiene un medio.
Por eso pareciendo una rudeza el origen de la celebración del Día de la Libertad de Expresión en México hay que dimensionarla en todas sus connotaciones, tomar sus lecturas y actuar en consecuencia.
De ida a las esferas oficiales, los medios son el conducto para que los ciudadanos –quienes no son gobierno- se hagan escuchar en sus demandas, quejas, necesidades, aspiraciones políticas, económicas y sociales.
De regreso, el gobierno se hace escuchar a través de los medios en todas sus acciones y políticas, como punto de cohesión, reconocimiento, legitimación, validación.
Luego hay quienes en uno y otro extremo, en los medios mismos, pretenden remitir relación y diálogo a los asuntos de los pesos y los centavos.
Los dineros mueven a los medios, al gobierno y a la sociedad en su conjunto, pero no son el objetivo final de los unos y los otros, como los críticos en cada apartado suelen reducir en un discurso maniqueo.
Las vocaciones y las convicciones, el oficio y el esfuerzo, las aspiraciones naturales y permanentes inherentes al ser humano por acceder a mayores estadios de bienestar y que no necesariamente están asociadas al papel de curso legal es lo que ahora celebramos.
La libertad de expresión no es privativa de los periodistas o de los medios de comunicación aunque es por estos foros por donde encuentra su mejor manifestación, con todas las acotaciones que quieran ponérsele.
¿Por qué no dice esto?, ¿por qué no señala aquello? O por qué si dijo tal o cual e igual se calló esto y lo otro.
Esa será siempre mi libertad de de decir o no, de matizar o ser crudo y del resto en su universo, de reclamármelo o felicitarlo.
Lo importante, en nuestro caso, como profesionales de la comunicación es generar reacciones y que estas vayas a favor de los intereses de la colectividad en pro de avance de la sociedad en su conjunto.
¿Cómo vamos a hacerlo?, ¿cómo solemos hacerlo?
En una reciente charla con estudiantes de comunicación de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UAT-Victoria compartimos algunos trucos, internos y externos no para que los practiquen como para saber que hay una responsabilidad y caminos para lograrla.
La libertad de expresión no se celebra, se ejerce; no se reclama, se conquista.
Eran frases que en nuestros años mozos ondeábamos como bandera en las calles peleando contra tirios y troyanos.
Quién sabe si tengamos fuerza y entusiasmo para repetir las escenas aquellas; lo que sí tenemos es la madurez para entender que la Libertad de Expresión es de todos y en la medida que la compartimos, la ensanchamos y multiplicamos sus frutos.
Celebrémosla pues, ahora y siempre, en su ejercicio sin tapujos ni resquemores.