Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
29 de septiembre, 2025
El publicitado control en la venta de armas a México prometido por el gobierno de Estados Unidos provocó una reacción favorable en la opinión pública nacional, pues la medida responde a la exigencia de, al menos, los últimos ocho gobiernos, desde MIGUEL DE LA MADRID a CLAUDIA SHEINBAUM.
Pero también hay desconfianza, sabiendo lo que valen, pesan y duran las promesas de DONALD TRUMP. Pueden variar de la noche a la mañana, según la circunstancia y el estado de ánimo con que amanezca el señor.
Considerando también el fuerte peso que tiene la industria armamentista en el Partido Republicano, a través de “lobistas” que apoyan campañas de senadores y representantes, los cuales eventualmente se convierten en gobernadores o miembros del gabinete federal.
Organizaciones de extrema derecha como el denominado “Tea Party” y también la Asociación Nacional del Rifle, por mencionar dos casos, que ya fueron capaces de proyectar a una figura suya como SARAH PALIN, gobernadora de Alaska y luego candidata a vicepresidenta en 2008, en mancuerna con JOHN McCAIN, derrotados entonces por la dupla OBAMA-BIDEN.
MITO ARRAIGADO
Los intereses vinculados al poderoso mercado de armas para uso doméstico le han vendido a los gringos la idea de que poseer arsenales completos en el sótano, el ático, el garage o el closet de cada hogar, es un derecho sagrado.
Rasgo esencial (les dicen) de la cultura americana, pues expresaría la defensa de la libertad por la que lucharon los padres fundadores de esta nación.
Por ello existe un aparato completo de marketing que asocia la autoestima individual, familiar, grupal, con la adquisición compulsiva de armas cortas y largas, pistolas del tipo escuadra o revólver, escopetas, carabinas y hasta fusiles de asalto.
Con todas las compras periféricas implicadas. Fundas, mochilas, gorras, ropa de camuflaje, miras telescópicas, en variedad de diseños y colores, según la ocasión, en lo cual la mercadotecnia invierte todo su poder persuasivo, como si vendiera jabones o pastas de dientes; comida enlatada o perfumes.
Por generaciones han convencido al consumidor de que tener más armas de las que necesitan para su legítima defensa es un símbolo de estatus, poder y aceptación social.
DEMASIADAS GUERRAS
En un país como Estados Unidos, cada generación abunda en veteranos de guerra. El bisabuelo estuvo en la segunda guerra mundial, el abuelo en Corea o Vietnam, el padre en el Golfo Pérsico o Afganistán. Algunos con heridas, otros con medallas, todos con fotografías, las lucen con el mismo orgullo y una pasión adictiva por la pólvora y la sangre.
Y si alguien cuestiona este demencial mercado bélico, siempre podrán apelar, como coartada ideológica, a la multicitada Segunda Enmienda de 1789 que otorga a ese pueblo el derecho a poseer y portar armas.
La paranoia sembrada en el corazón de su identidad, como presunto garante de la libertad, ante la fantasmal amenaza del Estado. Cierta vena anarquista que corre por su sangre, desde los tiempos del Mayflower.
Sentimiento que tendría razón de ser en sus primeros años de vida independiente, cuando los colonos aún temían el regreso del ejército inglés replegado entonces en Canadá.
Desconfianza también dirigida a los próceres de la independencia, ante la posibilidad de que convirtieran a la naciente república en una nueva autocracia, una dictadura. Sin olvidar a las tribus nativas, que de tiempo en tiempo merodeaban por las colonias.
Ha sido tema de esta columna y sigue vigente. Las armas autorizadas en tiempos de la Segunda Enmienda eran mosquetones, escopetas de perdigones. Nada que ver con los artefactos ultramodernos que hoy atiborran el mercado interno para uso civil y pueblan los hogares estadounidenses.
Y ALTO CONSUMO
Si la causa esencial de ello fuera la legítima defensa, con una pistola o fusil bastaría. Pero les gusta acumular y coleccionar; presumir sus variados y numerosos juguetes de la muerte, tomarse fotos con ellos; asistir a exposiciones para estar al día con el último grito en pistolas automáticas o metralletas de mano.
El mismo gusto que tienen los franceses por los libros, los alemanes por la ópera o los italianos por el arte, lo muestran los gringos hacia sus máquinas de matar. Glock, Ruger, Browning, Smith & Wesson.
Consultando datos del 2025, existirían alrededor de 500 millones de armas en manos de la población civil. Amén de 56.8 millones de hogares con al menos una arma. Tan solo en fusiles de asalto estilo AR-15 habría entre 20 y 25 millones en posesión de ciudadanos comunes.
De aquí el desafío que entraña dicho compromiso anunciado por el gobierno de Washington para identificar y combatir el tráfico ilegal hacia México que hoy aporta a los cárteles la capacidad de fuego suficiente para desafiar a las instituciones del Estado.
Y son los republicanos los cómplices principales, porque en los años 90s el demócrata WILLIAM CLINTON prohibió la venta de armas de asalto a civiles, con resultados alentadores en la estadística criminal. Hasta que llegó GEORGE BUSH Jr. y permitió la reapertura indiscriminada de dicho mercado letal.
El reciente acuerdo binacional en la materia podría significar un avance en la dirección correcta. Pero sería uno, entre los muchos pasos que se necesitan para extirpar ese oscuro culto a las armas y su mitología patriotera del corazón americano.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com