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Cultura: medio sexenio perdido

José Ángel Solorio

5 de enero, 2025

El director del Instituto de la Cultura y las Artes de Tamaulipas, Héctor Romero Lecanda, quedará a deber al régimen de la IV T. Es mitad de sexenio y no se ve por dónde pueda desempeñar en el resto de la administración gubernamental, un proyecto para la cultura y las artes, inteligente, coherente, funcional, para los tamaulipecos.

Se fue medio gobierno y nada.

Los dos primeros años, le tocó encabezar el desastre a la altamirense, Brenda Denisse de la Cruz López.

No se le puede escatimar en el esfuerzo de hacer nada; dejó ruinas en donde había destrozos.

Nunca la creación y la circulación de los bienes culturales, había estado en tan dramático abandono.

Ni teatro, ni literatura, ni la plástica, tuvieron época más negra.

Los creadores independientes efectuaron un gran esfuerzo por sostener su creación sin el apoyo oficial.

Romero Lecanda, si bien tiene en el cargo cuatro meses, lo que ha hecho en este tiempo lo retrata como un burócrata de la cultura, sin sentido, sin brújula. No sabe qué hacer con el cargo; no sabe dónde están los verdaderos creadores; no sabe las necesidades de los tamaulipecos que viven desde hace décadas una virtual zona de guerra.

La actividad cultural y artística en un territorio de excepción debería ser de alta prioridad; la cultura, si bien no alimenta en el sentido primario, nutre el espíritu y frena en buena parte, las conductas anti-sociales.

Siendo de la frontera, como lo es, don Héctor, al parecer es un desarraigado al que le resulta incomprensible lo que ocurre en su patria chica. Su experiencia en regiones de alta cultura (CDMX), le hacen ver chiquitos y orejones a los artistas locales. Quizá espera encontrar a los grandes creadores para promoverlos; se va a quedar esperando: es un largo, larguísimo, proceso para generarlos y más cuando se trabaja con la ausencia de programas para su emergencia.

Resulta significativo, que la mayor parte de los eventos culturales y artísticos que se desarrollan actualmente por la mayor parte del estado, son bajo el patrocinio y la sombra de los gobiernos municipales o de grupos de la sociedad civil.

Del ITCA, ni sus luces.

Desde Nuevo Laredo a Matamoros, es prácticamente inexistente para Romero Lecanda; si no se desplegaran en Reynosa y Matamoros festivales de grande calado sería un páramo en donde lo único a destacar sería la cotidiana violencia.

En Tampico, Altamira y Madero, es una comarca en donde la cultura ha sido soslayada por las autoridades municipales; lo que sumado al desdén de don Héctor se traduce en un patético paisaje desierto y olvidado.

Eso sí: abundan las obras de precaria propuesta cultural con énfasis frívolo estilo Televisa. (No se trata de desplazar este tipo de trabajos; se trata de ampliar la oferta cultural; se trata de que el espectador pueda elegir).

Él se regresará a la CDMX.

¿Y nosotros?

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