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El legado del panismo doctrinal

José Ángel Solorio

16 de junio, 2011

Nunca como ahora el PAN había mostrado ese sentido de autodestrucción que tanto criticaron a lasorganizaciones de Izquierda. Pocas veces se ha visto tanta sed de autoinmolación, en un partido que por décadas procesó sus contradicciones a la más vieja y sabia usanza: lavando la ropa en casa.

 El viejo PAN, es decir el tradicional, el doctrinal, vivió escenarios de confrontación peores que los que ahora presenciamos. Y salieron airosos con esa gallardía pequeñoburguesa que les caracterizó hasta los años 80. Líderes como Jorge Ángel Camargo, Francisco García Lozano, Sergio Gómez, Leonor Sarre y Lydia Madero, digirieron diferencias aún con el estómago desecho por las úlceras de la derrota y la frustración.

 En la época del panismo doctrinal, sólo se hablaba de los correligionarios en los corrillos internos. Y en voz baja. Ni la prensa ni los corredores de rumores, que siempre han existido, se enteraban de las encontradas posiciones de un panismo que por su discreción se asemejaba a esa sectas cerradas que operan en la penumbra.

 La llegada al PAN tamaulipeco de gentes con una actitud de política de callejón, abarató aquella honorable conducta de los viejos y experimentados cuadros azules. De ese legado, ya nada quedó. Acaso girones de esa memorable ética interna panista, puedan verse en algunos discursos de los arribistas neopanistas.

 Mucho aportó a la debacle de la solidez moral panista, uno de los caudillos azules de mayor relevancia en el Tamaulipas moderno: Gustavo Cárdenas Gutiérrez. Este político, que abrevó su temperamento político en el PRI dio uno de los más radicales vuelcos en la forma de ver y hacer la política desde el PAN. Llegó con sus alforjas llenas de pragmatismo –que es una forma conceptual, elegante de describir el oportunismo- a un PAN ávido de liderazgos populares. Gustavo cumplió con creces la tarea de hacer crecer a su nuevo partido; pero también lo despojó de aquella ética opositora que por años fue la mayor divisa panista en Tamaulipas.

 Personajes como los reynosense Francisco García Cabeza de Vaca y Gelacio Márquez, el matamornese Julio Almanza hicieron lo suyo para desfondar el capital moral del PAN tamaulipeco.

 La pugna interna entre Francisco Garza de Coss y sus adversarios por el Comité Directivo Estatal del PAN, parece ser una pugna entro dos grupos azules que pretenden el control de su partido, no pretenden relanzar al PAN como el partido que fue. No parece. Más bien, es una disputa rupestre por el poder.

 Parafraseando a López Obrador: “Son unos vulgares ambiciosos de poder”.

  Lo lamentable de esa reyerta que está en escena, no es el debate interno. Discutir, disentir, es positivo. Y más, cuando esto ocurre entre proyecto distintos con el fin de generar uno supremo.

 Pero no. Estamos ante un fenómeno muy peculiar: un panismo que se perredizó…

 …o un perredismo que se empanizó.

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