Martha Isabel Alvarado
Dirección General
Fernando Flores
Sub Dirección General
10 de junio, 2012
Las respuestas de los ofendidos –portesgilismo, el quinismo y similares, y finalmente el grupo neoliberal formado por los tres últimos gobernadores tamaulipecos- por la conducta agresiva del presidencialismo ha sido diferente. Unas mas exitosas que otras; unas más persistentes en los escenarios locales que otras. Unos personajes, se adaptaron al cambio y continuaron como actores en el paisaje sociopolítico regional. Otros, sencillamente se marcharon y cuando llegaron a su destino, para evitar el escozor del regreso y la añoranza quemaron sus naves.
El portesgilismo es acaso el grupo de poder y de gobierno más trascendente en la historia política local. Quizá porque Emilio Portes Gil fue uno de los artífices e ideólogo del estado mexicano moderno. Probablemente porque él y sus seguidores han sido el factor político con mayores sustentos ideológicos.
Los seguidores de Portes Gil, cuando sintieron el golpe se enconcharon. Su jefe político conocía las entrañas del sistema político mexicano como muy pocos; sabía que el factor presidencial había tomado rumbos de hegemonía y para mostrarla tenía que desmantelar toda red de autoridad fuera de su dominio.
“La máquina tragahombres”, como el abogado victorense describía al Estado, lo había elegido a él como víctima y como tal asumía el rol en el nuevo reacomodo de fuerzas en el país.
Los portesgilistas, y su líder, en 1947 se supieron derrotados.
Y así actuaron: se retiraron de la actividad pública y se sentaron a esperar nuevos tiempos.
Su capital político y moral de ese grupo, les permitió transitar en lo individual por muchos sexenios. (Un ejemplo de ello, fue el abogado Francisco Hernández García).
Como corriente dejaron de expresarse.
La afrenta del salinismo contra los caciques sindicales –La Quina, Reynaldo Garza Cantú, Pedro Pérez Ibarra y Agapito González- tuvo dos respuestas: una institucional y otra opositora. La Quina optó por reagruparse en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en tanto sus homólogos Garza Cantú, Pérez Ibarra y el Tallarín, decidieron la ruta del diálogo con las instituciones, es decir: no abandonaron el PRI.
¿Quién tomó el camino correcto?..
La Quina se convirtió en detractor furibundo de Carlos Salinas –su verdugo- en tanto los cetemistas disciplinadamente esperaron que el hombre de Agualeguas se marchara a casa. El primero, convirtió el sur en una zona antisalinista y llevó a dos de sus hijos a la alcaldía de ciudad Madero e hizo a varios de sus adoradores diputados locales.
Los cetemistas no les fue tan mal en el PRI: un hijo de Agapito llegó a ser Presidente del Supremo Tribunal de Justicia en Tamaulipas y otro más ha sido beneficiado con algunos cargos de importancia en Matamoros. A Reynaldo igual: su junior anda el la política reynosense y ha usufructuado varios cargos destacados en la política local. Y a Pérez Ibarra lo mismo: sus hijitos se resisten a dejar el presupuesto y por ahí andan.
Si Darwin hubiera sido politólogo, estaríamos hablando de puro darwinismo político: la exitosa adaptación de las especies al entorno que las rodea.
Ni más ni menos.
La corriente neoliberal está bailando con la más fea. El sofocón de Felipe Calderón –pero sobre todo del gobierno norteamericano- la tiene paralizada y llena de lodo. Por una razón: la inmoralidad que mostró el salinismo aldeano es tanta, que no tienen espacio para la defensa.
La presunta alianza de los ex gobernadores con el crimen les desmanteló cualquier respuesta; jurídica o mediática.
Les tocó mala suerte: ser el mensaje de que los gringos no ven con agrado un Estado –menos vecino- permeado por los poderes fácticos.
No se ve la ruta de la adaptación.
Se percibe el camino del extermino.