Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
1 de julio, 2009
En asuntos electorales los mexicas vamos perdiendo nuestra razón de ser, y es que nos han arrebatado poco a poco lo que tanto esfuerzo costó colocar en la fuerza de la costumbre, por ello el próximo domingo la nostalgia podría llevarnos hasta las lágrimas y pue-que en algunos casos hasta el suicidio. Imagine unas elecciones sin el sabor de antaño, ¡nómbre!. En otros tiempos el votar era una fiesta, con decirle que ni oposición había y cuando había no la veíamos y “muncho” menos la oíamos. De manera que en el tricolor se despachaban con la cuchara grande y ni quien anduviera con lloriqueos, ni demandas, ni pendejadas que solo sirven pa’ violentar la idiosincracia, sea que antes la democracia se ejercía a plenitud, sin la más leve sombra ni sospecha de trampas. Todo aquello era bien bonito y la diversión completa. El día de las elecciones uno llegaba muy modosito al almuerzo en la casa del vecino que lidereaba el barrio,- “bañao y talqueao” por lo que se pudiera ofrecer, ahí como no queriendo le hacían entrega de un “un presente” de parte del candidato, “ y también a nombre de mi partido y mi familia”, como decía Simón Torres. Después el traslado en caravana a la casilla y comprobado el voto en beneficio y salud de la república, quedabas libre pa’ seguir el vacilón. En el inter, tortas, sandwiches, tacos, gorditas y refrescos eran consumidos con singular alegría por la tropilla que integraba la autoridad superior de la respectiva casilla…no había protestas, ni enojos, aquello era una chulada de hermandad. Por supuesto sabíamos de algunos inocentes ejercicios que ratificaban el grado sumo de estima y respeto en que se tenía a la democracia, juegos de malabares que cumplían el objetivo revolucionario de hacer una mejor patria…entonces un discurso sin revolución era como una lámpara sin luz o “una biblia sin Jesús” cual menciona la famosa canción de Pedro Llerena. Inocentes ejercicios digo, algunos de los cuales fueron identificados como: “taqueo a cuatro manos”, “la urna embarazada”, “fondo que no ves corazón que no siente”, “el crayón vacilador”, “vote por los que no vendrán”, “aquí hasta los difuntos votan”, “piense en diez deseos y vote por cada uno”, “no sea mezquino, vote como si fuera la última vez”, “multiplica tu voto por los años que desees vivir”. Luego, cuando llegaron los opositores al bien nacional, se agregaron ejercicios tan sofisticados como “el ratón loco”, “la gallina ciega”, “un gato en el tejado caliente”, “el mapache travieso”, “la casilla invisible”, “el acta mágica” y algunos otros que pasaron a ser auténticas piezas de museo. Diga si no hay razón pa’ extrañar lo que antes fue esencia viva del derecho a elegir en completa libertad. Ahora es diferente, uno tiene que cuidarse hasta de la familia, con eso de las preferencias y candidatos de corriente alterna ya no sabes a que tirarle, bastante ganancia será que no te denuncien ante la PGR hasta por aceptar un pinchurriento vaso de plástico o saludar a tu candidato favorito que no sabes, puede llegar hasta donde las arañas hacen su nido. Quedamos en que se “ha perdío” lo más consustancial de nuestra nacionalidad y así la mera verdad ni ganas de salir a votar. Y luego con eso de que hasta los almuerzos entre vecinos prohibieron. ¿Y el billetito?, ¿ y el regalito mi alma?. SUCEDE QUE Hay dudas…el PRI no alcanzará mayoría, el PAN perderá la mitad de las curules que ostenta y el PRD no llegará a las cien. Sea que la próxima legislatura se convertirá en permanente pleito de perros. Y si no pa’l baile vamos. Hasta lueguito.