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Carlos López Arriaga

3 de julio, 2009

* Antes que la morfina, el alcohol o los barbitúricos, lo que verdaderamente mató a Michael Jackson fue su estilo de vida, un destino marcado por el culto a la opulencia, la devoción por la fama y el hedonismo extremo. EL FORMAL deceso del cantante MICHAEL JOSEPH JACKSON fue tan sólo el eslabón final de una larga y tortuosa espiral autodestructiva que lo arrastró por más de tres décadas, desde sus primeros años de fama pública hasta el multimillonario autoexilio que él mismo eligió como forma de vida. Su existencia estuvo marcada por una patológica lucha contra su identidad étnica y la perseverante obsesión por transformar radicalmente su aspecto afroamericano para aproximarse de manera infructuosa al estándar de belleza anglosajón. Y aunque la creencia más aceptada (la más probable) es que falleció por una sobredosis de morfina, la impresión reinante es que su muerte vino a culminar una vorágine de extravío espiritual, soledad, baja autoestima, crisis de identidad, alcoholismo y adicción a drogas duras, factores todos que tenían por común denominador el fracasado empeño por modificar su perfil genético, expresado en una secuela interminable de tratamientos químicos e intervenciones quirúrgicas que, sin excepción, terminaban en el desastre. ETICA Y MORPHING EN NOVIEMBRE pasado tuve la oportunidad de entrevistar para un programa de radio a un connotado cirujano plástico de la capital tamaulipeca y resultó inevitable la pregunta sobre el caso JACKSON. Me habló largamente sobre la ética médica y mencionó la obligación moral que tiene cualquier especialista en el ramo de la cirugía reconstructiva ante las extravagancias de sus pacientes que en muchos casos demandan modificaciones caprichosas, más allá de lo razonable. La cordura se pierde cuando los altamente cotizados cirujanos plásticos dejan de ver al sujeto de estudio como un paciente, para reducirlo al papel de un simple usuario, aplicando el viejo adagio comercial de dar “al cliente lo que pida”, siempre y cuando pueda pagarlo. Hoy el prototipo más ilustrativo de este fenómeno es el propio JACKSON. Hace algún tiempo circuló por Internet un video realizado por un experto en edición electrónica que entremezcló fotografías de MICHAEL para presentarlas en secuencia cronológica mediante un truco muy llamativo que se conoce como “Morphing”. El “Morphing” se utiliza desde los años noventas en publicidad y en la industria cinematográfica (en películas como “Star Trek” o “Terminator III”) y busca crear un efecto de transformación dinámica a partir de imágenes fijas. En ocasiones se trabaja con distintas personas. En otras se logra que una cara humana adopte de manera gradual los rasgos de un animal. En el caso de JACKSON se emplearon fotografías tomadas en distintas etapas de su vida, desde la niñez y adolescencia hasta su más reciente aspecto, a los 51 años de edad. La clave para un buen trabajo de “Morphing” consiste en hacer coincidir los puntos básicos de la anatomía facial, como las comisuras de los ojos y de los labios, el entrecejo, los límites de las sienes y la frente, la punta de la nariz y la barbilla, los ángulos de la mandíbula y los límites de cada ceja. El editor marca (“puntea”) estos rasgos en cada foto para que, al sucederse las imágenes, estas coincidan de manera precisa con su fisonomía esencial, logrando así la ilusión “mágica” de una transfiguración paulatina. En el video citado de MICHAEL JACKSON, llama la atención que, además de su técnica impecable, el autor haya añadido un comentario personal que dice así: -“Is this what´s happening outside, what´s going on inside?” Lo que en castellano equivaldría a preguntarse (y preguntarnos todos): -“¿Si esto está sucediendo afuera, que estará ocurriendo adentro?” El trabajo lleva por título “Michael Jackson Morphing” y lo tiene YouTube en la siguiente dirección: www.youtube.com/watch?gl=MX&hl=es-MX&v=Mjf4TPZhc3o Desde luego, el video es anterior a la muerte de MICHAEL pero el comentario final parece dar en el clavo al tocar un aspecto oculto pero medular en el largo historial de mutaciones quirúrgicas vividas por el cantante. ¿PATOLOGÍA CULTURAL? ESTA ES, precisamente, la parte más oscura de su drama personal. Las turbulencias inimaginables que debió sufrir en la soledad de su fuero íntimo, las dudas y vacilaciones que ocurrían en cada visita al quirófano, en todos y cada uno de los procesos de recuperación postoperatoria. Ese largo viacrucis a través de consultorios y hospitales; el dolor real que pasó a formar parte de su vida cotidiana, como visitante regular en las salas de terapia intensiva, mientras cumplía cabalmente sus compromisos profesionales, grabaciones, presentaciones, giras o entrevistas. Cualquier búsqueda rápida en Google-Imágenes abunda en fotografías donde el divo deambula con el rostro cubierto por pañoletas, bufandas y hasta pasamontañas. En otros casos aparece con el rostro velado por grandes lentes oscuros y una capa blanquísima de maquillaje, con vendoletas en labios, frente y nariz. Más que paciente, se diría que este multimillonario símbolo del pop mundial fue cliente regular de médicos sin escrúpulos que convirtieron su extravío emocional en un negocio muy rentable. Y poco importa saber si su fallecimiento obedeció a sobredosis de morfina o barbitúricos. En realidad, lo que mató a MICHAEL JACKSON fue la misma patología cultural que antes liquidó a figuras como ELVIS PRESLEY, JIMI HENDRIX o MARILYN MONROE. Enfermedad que hoy aqueja peligrosamente a personalidades como BRITNEY SPEARS o LINDSAY LOHAN, por citar algunos casos. El irracional culto a la fama y la acumulación obsesiva de fortuna, cierta forma de hedonismo extremo que deja por secuela la deshumanización brutal del artista y un vacío espiritual a menudo irrecuperable, con un desenlace previsiblemente fatal. BUZON: vivatamaulipas@prodigy.net.mx WEB: http://vivatamaulipas.blogspot.com
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