Reformas
Raúl HERNANDEZ
4 de febrero, 2011
En el derecho penal hay una máxima que establece que la carga de la prueba recae en el que acusa y es una máxima que, a raja tabla, exigen todas las autoridades mexicanas, pues no basta con que un incidente se presente a la vista de todo mundo, si no hay una denuncia de por medio, debidamente documentada.
En pocas palabras, si usted se queja de que le robaron su carro, debe demostrar que el carro existía, presentar la factura, comprobantes de que estaba al corriente del pago de impuestos. Pruebas documentales y en video de que el vehículo lo usaba; después una prueba en video sobre el lugar en el que estaba el vehículo, con testigos que hayan visto el momento del robo; la información sobre los ladrones y sus domicilio; más adelante hay que presentar a los rateros, pero no esposados y mucho menos golpeados, sino que acudan voluntariamente, con una sonrisa de oreja a oreja, como prueba de que acuden en buen plan y la confesión de que efectivamente cometieron el hurto, de lo cual están arrepentidos.
Este tipo de pruebas son los que quieren las autoridades para poder actuar y aplicar la justicia, en cualquier tipo de queja.
Y es que si una mujer se queja de que el marido la golpeo, debe entregar un video que lo compruebe, acompañado por la certificación un experto que verifique que las tomas son reales, que no se trata de un acto actuado, apoyado con cámaras, tomas fotográficas y efectos de sonido para darle realismo a la escena, no vaya a ser que en un momento de locura la propia mujer se haya golpeado con sus manitas de niña.
Nuestro sistema legal necesita ser reformado para que la impartición de justicia sea real y que el Ministerio Público realmente investigue y apoye a la víctima.
Pero muy mal andan las cosas cuando atropellan a un hombre y el agente de tránsito no interviene porque el atropellado no ha presentado una querella formal o cuando los familiares de un paciente se quejan de que hubo negligencia médica en la atención de su familiar, pero las autoridades sanitarias no hacen nada, porque argumentan que los quejosos no son eminencias médicas para sostener su acusación.
En otro tema, vaya que el frío medio desquició a la ciudad al obligar a suspender clases, al ocasionar retrasos en la hora de entrada en muchas empresas, al obligar al cierre temporal de puentes elevados, del bulevar Colosio, del puente Colombia, al provocar accidentes automovilisticos como resultado de la fina capa de hielo que se formó en muchas calles, al originar que no hubiese agua en casas, porque las tuberías se congelaron.
No estamos acostumbrados a las bajas temperaturas y tampoco estamos preparados para enfrentarlas y eso es lo que provoca que la ciudad se desquicie.
No todo fue caos, por supuesto, hubo quienes se maravillaron y disfrutaron con el hielo congelado en las fuentes públicas o con la escarcha que se formó en los árboles. Hubo quienes esperaban que cayera nieve, porque es un espectáculo al que no estamos acostumbrados y el cual molesta a quienes viven en el norte de los Estados Unidos y le harta enfrentarse a una capa de 30 o 40 centímetros de nieve que permanece días enteros y los obliga a ser rehenes de su propia casa.
En el derecho penal hay una máxima que establece que la carga de la prueba recae en el que acusa y es una máxima que, a raja tabla, exigen todas las autoridades mexicanas, pues no basta con que un incidente se presente a la vista de todo mundo, si no hay una denuncia de por medio, debidamente documentada.
En pocas palabras, si usted se queja de que le robaron su carro, debe demostrar que el carro existía, presentar la factura, comprobantes de que estaba al corriente del pago de impuestos. Pruebas documentales y en video de que el vehículo lo usaba; después una prueba en video sobre el lugar en el que estaba el vehículo, con testigos que hayan visto el momento del robo; la información sobre los ladrones y sus domicilio; más adelante hay que presentar a los rateros, pero no esposados y mucho menos golpeados, sino que acudan voluntariamente, con una sonrisa de oreja a oreja, como prueba de que acuden en buen plan y la confesión de que efectivamente cometieron el hurto, de lo cual están arrepentidos.
Este tipo de pruebas son los que quieren las autoridades para poder actuar y aplicar la justicia, en cualquier tipo de queja.
Y es que si una mujer se queja de que el marido la golpeo, debe entregar un video que lo compruebe, acompañado por la certificación un experto que verifique que las tomas son reales, que no se trata de un acto actuado, apoyado con cámaras, tomas fotográficas y efectos de sonido para darle realismo a la escena, no vaya a ser que en un momento de locura la propia mujer se haya golpeado con sus manitas de niña.
Nuestro sistema legal necesita ser reformado para que la impartición de justicia sea real y que el Ministerio Público realmente investigue y apoye a la víctima.
Pero muy mal andan las cosas cuando atropellan a un hombre y el agente de tránsito no interviene porque el atropellado no ha presentado una querella formal o cuando los familiares de un paciente se quejan de que hubo negligencia médica en la atención de su familiar, pero las autoridades sanitarias no hacen nada, porque argumentan que los quejosos no son eminencias médicas para sostener su acusación.
En otro tema, vaya que el frío medio desquició a la ciudad al obligar a suspender clases, al ocasionar retrasos en la hora de entrada en muchas empresas, al obligar al cierre temporal de puentes elevados, del bulevar Colosio, del puente Colombia, al provocar accidentes automovilisticos como resultado de la fina capa de hielo que se formó en muchas calles, al originar que no hubiese agua en casas, porque las tuberías se congelaron.
No estamos acostumbrados a las bajas temperaturas y tampoco estamos preparados para enfrentarlas y eso es lo que provoca que la ciudad se desquicie.
No todo fue caos, por supuesto, hubo quienes se maravillaron y disfrutaron con el hielo congelado en las fuentes públicas o con la escarcha que se formó en los árboles. Hubo quienes esperaban que cayera nieve, porque es un espectáculo al que no estamos acostumbrados y el cual molesta a quienes viven en el norte de los Estados Unidos y le harta enfrentarse a una capa de 30 o 40 centímetros de nieve que permanece días enteros y los obliga a ser rehenes de su propia casa.