6 de octubre, 2011
Cien mil votos, es la cifra a la que el PRI aspira a llegar en las elecciones del 1 de julio de 2012, aquí en Nuevo Laredo. Es una cifra brutalmente elevada, si tomamos en cuenta los resultados de las tres últimas elecciones federales.
En el 2003, el PRI obtuvo 45 mil 516 votos con José Manuel Abdala; en el 2006, 61 mil 535 con Horacio Garza Garza; y en el 2009, 61 mil 512 con Cristabell Zamora Cabrera.
Hay pues una diferencia de 38 mil 488 votos entre la votación lograda en el 2009 y la meta que se busca en el 2012, que no es poca cosa.
Ciertamente al PRI le ha ido mejor en las elecciones locales y en el 2007 obtuvo 71 mil 291 votos y en el 2010, 83 mil 250 votos, pero ya se sabe que una elección federal no se vive con la misma intensidad que una municipal. En la federal, solo está en disputa una posición, en cambio en una municipal se negocian muchas posiciones. Claro, una elección presidencial interesa más que una elección federal intermedia.
Los 100 mil votos que el dirigente priista Enrique Reséndez Covarrubias se ha comprometido a lograr en el próximo proceso, suena a una cifra fantástica, si se toma en cuenta los niveles de participación que se han tenido en esta ciudad, en los últimos procesos.
En el 2006, votaron 145 mil ciudadanos por todos los partidos registrados --se trataba de una elección presidencial—y en el 2009 fueron 119 mil. En las elecciones locales fueron 108 mil en el 2007 y 113 mil en el 2010. El PRI tendría que ir solo, para garantizar sus 100 mil votos, con el riesgo de que al no haber más candidatos, los mismos militantes terminen por decidirr que no vale la pena votar, pues hasta con un voto ganarían.
Ahora que también hay que ver lo que digan y las medidas que tomen los otros partidos que seguramente le van a apostar al carisma y votos que logre jalar su candidato presidencial, como ha sucedido en las últimas elecciones.
En otro tema, a propósito de la guardia de honor a la que la UPD ha convocado para esta mañana en el monumento a Belisario Domínguez, hay que recordar que a mediados de la década de los ochentas, a raíz de la muerte de Manuel Buendía, en mayo de 1984, aquí en Nuevo Laredo el periodista Pedro Edmundo Zapata impuso la modalidad de rendir honor a la libertad de expresión, precisamente ante la imagen de Don Belisario.
La ceremonia se realizó varios años, con una nutrida asistencia de comunicadores, hasta que la práctica cayó en desuso y terminó por suspenderse. Que bueno que ahora se retoma y se toma como ejemplo a Don Belisario, sobre todo en esta época en que la libertad de expresión esta tan endeble y cada día es más complicado cumplir con la responsabilidad de informar.
Por otra parte, en el Congreso del Estado se discute sancionar a los diputados que no asistan a comisiones a las reuniones plenarias, como si asistir y hacer bulto, fuese suficiente. En todo caso hay que exigir productividad y esto se aplica en los tres niveles de gobierno.
Hay que desterrar esa vieja práctica de aparentar trabajo mediante la presentación de iniciativas de ley que terminan en un cajón de escritorio y con la presentación de puntos de acuerdo en los que se ofrece desde desterrar la pobreza, bajar las tarifas de la luz o viajes en el tiempo a los alumnos más destacados en su escuela, que nadie atiende.