Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
9 de octubre, 2011
Nuevo Progreso tiene años esperando convertirse en el municipio número 44 de Tamaulipas. Su sociedad, ha forcejeado desde hace décadas con ese ideal. Con justas razones: es una comunidad que entrega millones de pesos en impuestos a la cabecera municipal –es decir al Ayuntamiento riobravense- y ve con desaliento que regresan sólo centavos para mejora de los servicios públicos del poblado.
En el sentido político, le ha ido igual a los ciudadanos de Nuevo Progreso. Sus casi 25 mil habitantes votan y eligen a un alcalde, pero no pueden elegir a su autoridad más próxima: el delegado municipal. (Esta figura representa lo que sería un alcalde para la comunidad). Es decir, viven una paradoja: eligen a un alcalde para todo el municipio quien a su vez, les envía (con el visto bueno del Cabildo se presume) un presidentito.
En suma: política y económicamente están olvidados, marginados, soslayados.
En los años 80 la sociedad salió a la calle. Miles de nuevoprogresenses marcharon y denunciaron esas formas de inequidad en el trato para los ciudadanos y su autoridad que opera como una especie de sucursal de la alcaldía riobravense.
Uno de los primeros organizadores de la lucha por la municipalización fue el comerciante Arturo Serna Vigil. Encabezó en los 80 el Comité Pro Municipalización de Nuevo Progreso por varios años. Estuvo en la capital del estado mostrando su proyecto a gobernadores, diputados y demás funcionarios estatales que quisieron escucharlo. Sus argumentos eran impecables: Nuevo Progreso da mucho a Río Bravo y Río Bravo le devuelve muy poco a Nuevo Progreso.
Hizo un extraordinario papel como dirigente de esa agrupación libertaria. Hasta que se le ocurrió meterse a la política. Se involucró tanto en esos asuntos, que hasta quiso ser candidato a la presidencia municipal de Río Bravo. Ahí fue donde la marrana torció el rabo: deslegitimó el movimiento y debilitó su estructura al buscar acomodo en el PRI.
El Comité Pro Municipalización se perdió por varios años, producto de las pifias de su fundador. En los 90 emergió el liderazgo de Pedro Báez Quintero. En pocos meses, retomó el proyecto de la municipalización y le imprimió un toque de organización popular. Uno de sus más concurridos eventos, aglutinó cerca de 10 mil almas que clamaban por que Nuevo Progreso se convirtiera en el número 44.
Uno de los factores de mayor resistencia para el 44, fue el Ayuntamiento de Río Bravo. Perder esa porción geográfica, política y económicamente representaba el hundimiento del municipio: se iba de sus manos el puente internacional y los jugosos impuestos que los contribuyentes del poblado pagan anualmente a la ciudad.
Otro elemento opositor para dar paso al 44, fue el Gobierno del estado. La lógica de los números oficiales ha sido patética: a mayor número de municipios, más participaciones porque crece el número de Ayuntamientos.
Para encubrir la negativa, Ayuntamiento y Gobierno del estado, tenían otro as bajo la manga: según la Constitución local, para la autorización de un municipio se requiere de 25 mil habitantes y la posibilidad de que esa región sea capaz de operar una estructura económica capaz de generar su autonomía. Fue ese el impedimento y el argumento oficial más sólido para negar la ruta de municipio libre a Nuevo Progreso.
Ya lo dijo el filósofo: el tiempo todo lo cura. Y efectivamente: el tiempo le ha dado los argumentos a Nuevo Progreso para demandar, exigir, ser el número 44. Río Bravo ya tiene su puente internacional y si no nació ya está por nacer, el nuevoprogresense número 25 mil.
¿Qué más quieren?..
Los contraargumentos, ya se acabaron; las razones, siguen siendo válidas.
A principios de los 60, el gobernador Norberto Treviño Zapata, decretó –ante una efervescente y emergente sociedad riobravense- la municipalización y dio oportunidad a que los habitantes del poblado Río Bravo, tomáramos el futuro sociopolítico en nuestras manos.
Los hijos políticos de Treviño Zapata (Hoy despachan en el gobierno estatal) tienen la posibilidad de cerrar –o abrir, que casi es lo mismo en este caso- un nuevo ciclo histórico en esta región.
El 44, ya no es cuestión de excusas.
El 44, es cosa de voluntad política.