Martha Isabel Alvarado
Dirección General
Fernando Flores
Sub Dirección General
8 de julio, 2012
El escenario tamaulipeco dio un vuelco con los resultados de la elección del primero de julio. El PRI evidenció un marcado retroceso; el PAN un notable ascenso y la Izquierda un posicionamiento destacado. Los números así lo dicen.
¿Pero quiénes fueron los actores ganadores y actores los perdedores el primer domingo de julio?..
Porque si algo tiene nuestro sistema político es que muestra innumerables paradojas. De pronto, un partido gana; pero pierden sus grupos políticos. E igual: algunas veces pierden los partidos… los grupos políticos ganan. Esto tiene que ver y lo explica, la capacidad de los afluentes sociopolíticos microrregionales que realizan alianzas con adversarios para hacer ganar a partidos opositores y ultimar a competidores de su propio partido.
En Tamaulipas esa práctica es cotidiana.
A nivel nacional, los analistas consideran que el PRI tamaulipeco entregó la plaza. Aseveración tal, la hacen bajo los siguientes argumentos:
1.- Se abandonó a los candidatos. No les proporcionó recursos humanos –los RT fueron visitaron los lugares encomendados pero operaron como espectadores ante la ausencia de apoyos concretos-.
2.- Se mostró incapaz de generar estrategias de campaña operativas y eficaces. Uno de los grandes errores que hundieron a los candidatos priistas fue la ausencia de capacitación de candidatos y operadores. Casi 50 mil votos fueron anulados por un error simple: el elector priista invalidó su voto al cruzar dos logotipos, el del PRI y el del PVEM. Sí. Esa fue la pifia técnica que en mucho colaboró para el desastroso resultado del tricolor. Los cuatro distritos de la frontera están en esos meridianos de “la falla de San Lucino”.
No se trazó una línea de entrenamiento para que el elector priista pudiera diferenciar su voto. Una asunto era votar por Peña Nieto –este sufragio sí, valido con el cruce de dos imágenes partidistas: PRI y PVEM, en razón de la coalición- y otro era sufragar a favor de los candidatos a diputado: como no iban en coalición, el votante debió elegir sólo un emblema partidista; al elegir dos, anuló su voto.
3.- El empecinamiento en el diferendo con el SNTE tamaulipeco. Lo irresuelto de esa riña, arrastró a miles de votos al PANAL. Aún con el ejemplo histórico de hace seis años, cuando este partido descarriló el proyecto de Eugenio Hernández Flores, el PRI tamaulipeco dejó pudrir el conflicto con los resultados ya vistos. Es muy simple –esto lo afirman los sociólogos-: escenarios sociopolíticos similares, producen efectos sociopolíticos similares.
Arnulfo logró lo que quería: mostrar que su corriente electoral, es útil para la construcción de triunfos priístas.
Con una soberbia sustentada sólo en cifras imaginarias, el PRI tamaulipeco no pereció jugar para hacer ganar a Peña Nieto. Lucino se encerró a piedra y lodo en sus oficinas y dejó que los candidatos se dirigieran al precipicio. Incluyendo al candidato presidencial priista.
No se vieron en esta campaña, ni la capacidad organizativa ni el talento operador ni mucho menos la destreza en el manejo de la campaña en el plano mediático. Los candidatos priistas, como secta mendicante, optaron para la promoción de sus eventos por el gratuito Facebook y dejaron de lado a los medios escritos y electrónicos. Parece contradictorio, pero el PAN tuvo mayor presencia en la ola mediática regional que el tricolor.
En unos días, los priistas realizaran una más de sus reuniones de consejo. ¿Para qué? El boletín explica el objetivo: un balance de la campaña.
Perder las senadurías y seis de las 8 diputaciones en juego no requiere de tanto análisis. Requiere de medidas para meter de nuevo en la competencia a un partido que salió maltrecho de una elección –no sólo por razones estructurales- sino por errores que pudieron ser evitados.
La salida de Lucino es necesaria. Su imagen no ayuda en nada a remontar los desafíos del tricolor.
Su rostro de sepulturero, es un pesado lastre para el PRI.