Martha Isabel Alvarado
Dirección General
Fernando Flores
Sub Dirección General
15 de julio, 2012
¿Quién demonios puso las mantas para acusar al gobernador del desastre electoral priista en Tamaulipas?..
¿Quién tiene ese fino tacto para golpear donde duele?
¿Quién tiene esa lógica delincuencial de la política?..
¿Quién, o quiénes, están tan agraviados políticamente como para asumir esa confrontación que no perece tener una salida negociada?..
Los analistas de muy alto, tienen sus hipótesis. Creen que los orquestadores de la campaña mediática en contra de las instituciones tamaulipecas son nada más y nada menos que Tomás Yarrington Ruvalcaba y Eugenio Hernández Flores.
¿Por qué llegaron a esa conclusión los observadores?..
Primero: los ex gobernadores tienen agravios de sobra como para iniciar una embestida de esa naturaleza.
Segundo: ambos políticos tienen la estructura suficiente para desatar una confrontación en la que tienen todas las de ganar: están fuera de los espacios de autoridad; fueron debilitados en sus aspiraciones de regresar a cargos públicos por la embestida mediática que sufrieron; y el nuevo escenario nacional parece sonreírles. No pierden en el sentido de que la ingobernabilidad en Tamaulipas no está entre sus prioridades; a quien le urge y le interesa el acuerdo y la paz social es al gobierno estatal. Más claro: tienen poco que perder porque casi lo perdieron todo.
Tercero: cuentan en sus filas con elementos capaces de instrumentar cualquier guerra. (Desde ya se especula que el jefe de los operadores del mantagate, fue Ricardo Gamundi Rosas. Uno de los políticos tamaulipecos que menos escrúpulos ha mostrado durante toda su carrera).
Cuarto: la administración estatal no ha negociado con aquellos factores; al contrario: los ha confrontado y soslayado de algunos territorios en los cuales necesariamente son elementos de cogobierno.
Cinco: aún persisten lastimaduras. El caso Mario Ruiz Pachuca es un frente que aún no se cierra. Cada día que pasa, suma junto a sus compañeros de viaje, rencores que podrían alimentar eventos de mayor envergadura que el centenar de mantas aparecidas en las principales ciudades del estado.
El mantagate no se puede explicar sin la dinámica del agravio. Y de igual manera, no se puede fundamentar sin puntualizar la ausencia del área política gubernamental. Se ve colapsada, desmantelada, desarticulada. Un gobierno sin un brazo político eficaz, es un gobierno a la deriva. Cuando las herramientas de la política no operan el gobierno se transforma un una masa amorfa, en un grupo de gobernantes desorientados. Y eso, es lo más cercano a un estado fallido.
Morelitos Canseco y Lucino Cervantes, mucho tienen que ver en la tragedia tamaulipeca. Tragedia porque ante la ingobernabilidad todos perdemos.
¿Se puede presumir de gobernabilidad en Tamaulipas cuando los militantes del partido en el poder, se han rebelado contra su gobierno?
Alguien tiene que mostrar sensatez.
A la de ya.
Porque si no hay gobierno, no hay obras.
Si no hay gobierno, no hay ley.
Si no hay gobierno, no hay paz.