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'¡Aquí asustan!'

Angel Virgen Alvarado

30 de octubre, 2015

Por azares del destino, en 1992 hube de ir a Reynosa para hacer un periódico.

Fui contratado para hacer la tarea completa.

Buscar, rentar o comprar un edificio donde pudiera armarse una prensa Harris de 21 metros de largo por 2.5 metros de ancho.

Empezar por elaborar un estudio completo sobre la economía de la ciudad.

¿Cómo se mide la economía de un pueblo, partiendo del principio de que, pueblo es la gente, hombres, mujeres, jóvenes y niños?

Empezamos por investigar cuantos bancos hay en la ciudad, cual es la fuerza laboral, etcétera, etcétera.

Hallé que, a diferencia de las demás ciudades “grandes” de Tamaulipas, en Reynosa, ese año de 1992 los teléfonos ya tenían seis dígitos.

Además en Reynosa había más “vida nocturna” que Matamoros y Nuevo Laredo.

Las inversiones del capital local saltaban a la vista con centros comerciales y establecimientos con venta de comida a base de pollo.

El tráfico vehicular era más numeroso que en el resto de las ciudades fronterizas de la entidad.

Reynosa estaba creciendo a un ritmo acelerado.

Paralelo a esto, la geografía nos revelaba que Reynosa, Tamaulipas, Hidalgo y McAllen, Texas eran el centro de un área conurbada.

Cerca de estas ciudades esta, por el lado de México, Díaz Ordaz, Reynosa Díaz, Río Bravo y Nuevo Progreso.

“Al otro lado”, allende el Bravo, esta Hidalgo, Mission, McAllen, Pharr, San Juan, Álamo, Donna, Weslaco.

Es decir, en 60 kilómetros a la redonda, el área conurbada es mayor que cualquier ciudad de la frontera tamaulipeca.

Todos los días hacía el recorrido de Matamoros a Reynosa y viceversa.

Ida y vuelta. 200 kilómetros diarios.

Todos los días compraba el periódico y buscaba edificios estratégicamente situados.

Ya en ese año la fuerza laboral de Reynosa no dependía de PEMEX en cuya planta, donde se produce gas, no petróleo, llegó a existir más de 17 mil empleos.

Ese año del 92, esa planta de PEMEX apenas y si tenía 2, 700 trabajadores.

Un día encontré un edificio ideal: En la esquina noroeste de las calles Nuevo León y Aguascalientes en la colonia Rodríguez.

Un edifico de dos plantas de 20 por 22 metros.

“Genial” – me dije.

Era propiedad de DON MARCELINO GÓMEZ RODRIGUEZ.

No lo rentaba. Lo vendía.

Y la empresa, lo compró.

De Matamoros partieron arquitectos e ingenieros para remodelar el edificio.

Decidí usar solo la planta baja.

En la planta alta había un gran salón y dos cuartos grandes.

En uno de los cuartos hallamos unos hornos eléctricos gigantescos.

El edificio había sido rentado a una empresa que elaboraba cerámica. Figuras de cerámica.

Antes estuvieron allí una “salchichonería-carnicería”,  una tortillería, una mueblería y una tienda de abarrotes.

Todos habían quebrado.

El señor de lado, por la calle Aguascalientes, un hombre entrado en años de apellido GALLEGOS, me dijo que en ese lugar aparecían fantasmas.

-¿A poco? ¿Con cabeza o sin cabeza?– le dije.

 -“A leguas se ve que usted no cree. Pero todos los negocios que allí han estado, fracasaron porque una hija del dueño original, echó una maldición porque sus hermanos la dejaron fuera de la herencia. Por eso no prospera allí ningún negocio”- me dijo el señor GALLEGOS.

Diseñe el área de redacción, talleres y armamos la prensa Harris.

Contraté a un velador para que cuidara el equipo.

Como el edificio tenía solo una puerta y una entrada grande con una cortina de lámina, le permitía al velador que durmiera dentro del edificio.

La escalera hacia la planta alta pedí la forraran con madera y pusieran una puerta con picaporte, con chapa, de llave.

Un día el velador me dijo que ya no quería dormir allí.

“Me asustaron”- dijo.

Me platicó que un miércoles escucho pasos en el segundo piso.

“Como usted pidió que se hiciera la instalación eléctrica por fuera de la pared y con tubo, tomé uno de esos tubos y subí con el foco de mano, pues pensé que alguien se había metido.

Estando arriba me acordé que usted había pedido que a las ventanas les pusieran rejas y anduve revisando que todas estuvieran en orden.

No había nadie.

Sentí un escalofrío y bajé lo más rápido que pude”-

Lo tranquilicé y le dije que durmiera cerca de la puerta.

No duró mucho y mejor optó por ser ayudante del prensista.

Entrené a reporteros y reporteras y al personal de redacción.

La tarea, nos llevó un año.

Al fin, en septiembre de 1993, el periódico ULTIMA HORA!, vio la luz en Reynosa.

Seguido las reporteras me preguntaban que qué había en el segundo piso porque ellas escuchaban pasos.

“Caminan mucho allá arriba” –me decían.

Reporteros y camarógrafos subían y nada había que les alertara sobre la presencia de alguien o algo.

Casi todos escuchaban los pasos… menos yo.

Una noche subieron los reporteros y tomaron fotos a diestra y siniestra usando cámaras con flash.

Cuando revelaron el rollo, entre las fotos había una que no correspondía al lugar, al segundo piso.

La foto tenía la figura algo difusa, como de una tumba con lápida.

Las muchachas llevaron a un sacerdote, el padre ANTONIO SANTAMARIA y este hizo oración, rezó y lanzó agua bendita en el segundo piso.

Por un tiempo dejaron de escucharse los pasos pero… volvieron otra vez.

Fiesteros como somos, hicimos la celebración de LA NOCHE DE HALLOWEEN en la bodega donde guardábamos el papel del periódico.

Las muchachas iban al baño hasta la redacción.

Una de ellas fue y regresó corriendo. Estaba pálida. No podía hablar.

Cuando lo hizo, dijo:

“¡Aquí asustan!” –grito y soltó el llanto.

Ella había escuchado pasos firmes, fuertes y claros.

Allá fuimos todos al segundo piso. Arriba no había luz, pero llevábamos focos de mano.

Nada. No había nada.

Una noche escribía mi columna porque por la mañana iría temprano a ciudad Victoria, cuando escuché los pasos.

Mi esposa salió del cuarto de baño y me dijo: “Oíste los pasos”-

“Si”- respondí.

Terminé la columna, le dije que saliéramos por la puerta que estaba en la cortina de lámina y al pasar por la puerta de madera que conducía al segundo piso, con la mano abierta la golpeé con fuerza.

Abrí la puerta y le grité al fantasma o quien haya sido:

“¡Te asusté, cabrón!”.

Cerré rápido la puerta y corrí a la salida del edificio.

En 1994 me alejé del periódico ULTIMA HORA!, pues fui contratado por el departamento de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.

El periódico siguió unos meses y finalmente… cerró.

Otro negocio más había fracasado en el viejo edificio de la calle Nuevo León y Aguascalientes, de la colonia Rodríguez, en Reynosa.

Que tengan feliz noche de Halloween.

Con saludos para mi hija GABBY, en Houston, Texas.

Por hoy, es todo.

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