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La noche de la iguana

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16 de septiembre, 2010

Que han “transcurrío” las fiestas del bicentenario y los mexicas debemos estar felices por la presencia de  Vicente Fox y Carlos Salinas de Gortari como testigos de lujo en la ceremonia patria más trascendental del siglo. Homenaje aparte del gobierno panista que en algo de estima los ha de tener.

Al primero porque como ex empleado de la refresquera trasnacional es harto emblemático de la independencia que hemos disfrutado además del gusto de saborear. ¿Qué mejor prueba digo yo, de que somos soberanos y dueños de nuestro destino?.

Y deje, que la presencia de Martita Sahagún en Palacio Nacional la noche del 15, dio el toque republicano al tiempo abnegado de la mujer que en sus nostalgias lleva la penitencia: “no lloren por mi mexicanos y mexicanas”.

Don Chente el rancherote metido en sus bototas que nos dio fama allende las fronteras, hasta topar con el mismito Vaticano, mejor dicho, con Juan Pablo, a quien retó,- corchado por Martita-, nomás pa’ ver de que cuero salían más correas. Y Juanito que no sabía de esas cosas a duras penas le echó la bendición con la recomendación que regresara sin pecado concebido.

La dichosa pareja que en sus enredos arrastró a la paisanada metiéndonos en el brete de optar por Lutero convirtiendo a Juan Diego en el hazme reír de la fanaticada. ¿Cómo os atrevía un simple Papa a negar el matrimonio de una doncella,- Martita-, con el cruzado de mando supremo que ponía las instituciones y su espada al servicio de sus frivolidades?. Si ya lo había hecho un rey.

¿Quién pesaba más, el agua endulzada de obscuro veneno o el Vaticano?.

Independencia pura que en la noche de las iguanas el Comendador recreaba, como descendiente de español y gringo, sease  mexicano por accidente.

Y luego don Carlos que arrojó los dados de la globalización al tapete de la discordia. Y ahí nos dejó, embarrados de codicia porque al fin y al cabo ya éramos del primer mundo. ¡Y sopas!, que se nos cae el circo. Con todo y que entregamos el oro a cambio de los mismos espejitos con cargo a la invasión de la Iberia, aun así hubimos de empeñar el honor, sin excusa ni pretexto. Y a la vista del portador que fue “lo más pior”.

Con Salinas los mexicas éramos ciudadanos del mundo, pero del mundo de la jodencia. Usted dirá que el país sigue devorado por el gran capital y tiene razón, de ahí que el gobierno panista lo celebre con singular alegría. Y pa’ que no quede duda ahí estuvieron los invitados que de otras naciones solo llegaron a comprobar que pa’ los nativos basta una fiesta de mucho color y mucho ruido. Ahí entre cohetes, juegos pirotécnicos y harto alcohol hay que hacerles creer que son independientes, además de libres y democráticos, pero nomás poquito.

Es la misma historia y con las víctimas de siempre.

Hasta la próxima. 

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