Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
3 de febrero, 2011
* Ahí donde el calderonismo niega el horror evidente, la inconformidad gana en agudeza, revienta en coraje.
¿Explosión de violencia calculada, deliberada, como respuesta paralela a un informe gubernamental? Hagamos votos porque este coctel siniestro no represente una tendencia. Que no se convierta en hábito.
Ya ocurrió, por cierto, en Nuevo León y Jalisco con los respectivos eventos del priísta RODRIGO MEDINA y el panista EMILIO GONZÁLEZ.
El caso Guadalajara se registró este martes, aparejado con situaciones candentes vividas en Zacatecas y Tamaulipas.
Ya cruzan apuestas los expertos en prospectiva electoral hoy que tenemos a la vista la disputa presidencial del 2012.
La inseguridad será diagnóstico y bandera política. La paz, como antítesis, centralizará el debate de partidos y candidatos, cobrará su cuota en eslóganes y discursos.
Y habrá también rostros severos que prometan soluciones radicales. El senador MANLIO FABIO BELTRONES ya lo está haciendo desde su espacio en YouTube.
Ciertamente, están que arden las redes sociales por estos días, más que cualquier otro canal o medio de propagación.
La impotencia ciudadana conduce al reclamo enardecido. En especial ante un régimen federal que no se distingue, precisamente, por su capacidad de discernimiento.
Un gobierno y un presidente que no asumen responsabilidad alguna por sus cálculos fallidos. Mala táctica, peor estrategia, resultados sombríos.
Ahí donde el calderonismo niega el horror evidente, la inconformidad gana en agudeza, revienta en coraje.
En la fantasía oficial todo marcha de acuerdo a lo programado. Se va ganando la guerra y cualquier idea en contrario es problema de vista cansada.
En las redes horizontales, como en ningún otro medio, se vive le tensión del automovilista, la emergencia del comerciante, los temores de estudiantes y amas de casa que señalan en tiempo real lo que ocurre en una calle, frente a la escuela, en el centro comercial.
Diplomados a la fuerza, nos hemos graduado todos como reporteros del pavor instantáneo, particularmente los usuarios regulares de teléfonos inteligentes.
Teclear desde el campo de batalla, subir a la red videos presurosos, fotografías que en su ausencia de foco registran puntualmente la angustia del minuto.
Informes que a menudo llegan entecortados, mientras el chofer desvía la ruta para librar un retén, el transeúnte huye de un trailer en llamas o intenta alejarse de un camellón donde corren hombres armados.
Agonizante el martes primero de febrero, cercana la medianoche, los centros universitarios de Guadalajara se comunicaban por vías cibernéticas tratando de tranquilizar a sus comunidades.
Preguntan con apremio, habrá alguien que tenga noticia, si conoce algo que diga el lugar exacto o aproximado de la explosión o la dirección en que corren las sirenas por tal libramiento.
Y pudiera ser esta colaboración espontánea el primer paso hacia el tanta veces pospuesto involucramiento ciudadano con el entorno.
La semilla de una cultura participativa que vaya más allá del simple ejercicio del voto.
No veo de qué otra manera podría el México del siglo 21 superar el estallido de odio que ya nos arrastró a todos.
Desde luego, no es casual que nuestros depredadores ocupen, precisamente, los vacíos concedidos por la apatía ciudadana.
Esto es, el espacio perdido por décadas de pasividad y conformismo.
Ese individualismo cómodo que delegó aspectos fundamentales en entidades providenciales, el Estado, la ley, los gobiernos, jueces, ministerios públicos, demarcaciones policíacas, el ejército, las iglesias, la divinidad…
El resultado salta a la vista. Tejido social débil, individualismo a ultranza, familias encerradas en sus bunkers, refugiadas en sus paraísos virtuales, endeble participación ciudadana, historias de miedo con espectros reales, concretos, tangibles…
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