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Morelitos, 'el número dos'

José Ángel Solorio

18 de septiembre, 2011

He visto el trabajo del Secretario General de Gobierno de Tamaulipas –desde 1975 a la fecha- y he indagado el accionar de la mayoría de los políticos que han desempeñado ese cargo desde la posrevolución hasta nuestros días -1917 al 2011-. Por diversas razones, en el argot de la administración pública se le conoce como “el número dos”. Esto tiene una explicación: “el número uno”, es el gobernador.

 La Constitución local, (promulgada casi 3 años después de la del 17, porque aquí los diputados fueron tardaditos, o más bien: neoporfiristas) estableció –hasta antes de Manuel Cavazos Lerma- la exigencia para el ejercicio de esa tarea, ser abogado. Se trataba con ello, de garantizar que la dinámica gubernamental se ajustara a la legalidad. Al estado de Derecho, pues.

 Tuvimos Secretarios Generales de Gobierno, con brillo propio. Daban lustre a la institución. Uno de ellos fue Juan Guerrero Villarreal, quien recibió la encomienda del gobernador Raúl Gárate. Egresado de la UNAM y parte del tejido social pensante de la capital del estado, realizó su encargo con prestancia tal, que muchos ciudadanos tamaulipecos lo llegaron a ver como “el número uno” por las reincidentes ausencias del general Gárate.

 Eso fue en los años 40.

 En los años 80 llegó a la gubernatura Américo Villarreal Guerra. La mayoría de los líderes de opinión le hacían una recriminación: su escasa experiencia política. Fue una apreciación cierta. Práctico como lo era, no se quebró la cabeza: trajo de la Ciudad de México a un Secretario General de Gobierno para ponerlo a la cabeza del gabinete político de su administración. Así llegó Heriberto Batres García.

 El licenciado Batres venía de la Dirección de Gobierno de las Secretaría de Gobernación que dirigía Manuel Bartlett. Apuntalaba su curriculum con un dato impresionante para cualquiera: había sido colaborador de Jesús Reyes Heroles.

  Era una chucha cuerera; experto tanto en desatar problemas políticos, como en olfatearlos. Nunca se presentaba frente al gobernador, sin varias soluciones a los conflictos.

 Una vez lo vi operar. En la Plaza de Gobierno Bruno Álvarez encabezaba un grupo de inconformes. Estaba rodeado por una docena de policías. Él traía un revólver en su mano derecha; los guardianes lo tenían encañonado. Batres desde su oficina avizoró el asunto. Bajó corriendo las escaleras desde el tercer piso de palacio de gobierno y se interpuso entre los hombres en riña.

 Gritó:

 -¡Bajen sus armas!

 Los policías dudaron. Bruno, rojo el rostro como su pelo, respiraba entrecortadamente con la adrenalina a tope sin soltar el arma.

 Tuvo que insistir el Secretario:

  -¡Bajen las armas pendejos, el señor es un diputado!

 Sólo entonces los genízaros se relajaron. Luego Batres tomó del brazo a Bruno y lo subió a su despacho. Minutos más tarde el legislador regresó a su oficina del Congreso del Estado.

  Hubo varios “número dos” que ante la indolencia o la frivolidad del “número uno” ejercieron como gobernador de facto. Uno de ellos fue Porfirio Flores que ante la vida licenciosa de Horacio Terán trabajó como auténtico “número uno”.

 Algunos otros, se movieron entre la picaresca y el humorismo involuntario. El más destacado de esta fauna, fue Roberto Perales Meléndez. Este abogado hecho Secretario por Emilio Martínez Manautou, de su propia caja chica financiaba movilizaciones sociales para “resolverlas” en su oficina y mostrarse ante su jefe como mediador gubernamental eficaz, funcional.

 Morelitos Canseco ya está en la historia. Su trabajo, menor, pequeño, insuficiente lo instala entre una pléyade de Secretarios cuya profesión ha sido la ineficiencia. Lejos de impedir que los problemas lleguen a la mesa del gobernador, se ha esforzado por llevarle varios que tienen al Ejecutivo estatal con el agua al cuello. La desleal actitud de no alertar a su jefe de la crisis de gobernabilidad que se daría con su llegada al cargo por su envestidura de diputado federal, dejar pudrir el diferendo con el SNTE y sobre todo intentar resolver las diferencias políticas por medio de la fuerza pública como en el asunto de los panistas, lo ubican no como un Secretario General de Gobierno actuante desde la cordura y la sensatez de un “número dos”, lo señalan como la principal fuente de conflicto en la administración Torre.

 Ya tiene de que enorgullecerse Morelitos.

  Muchos tamaulipecos, lo quieren ver de candidato a Senador de la república.

 Sobre todo, Maky Ortiz y Francisco García Cabeza de Vaca…

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