Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
18 de noviembre, 2009
Con la mayor naturalidad del mundo tomamos en México la valoración que recientemente ha hecho el organismo Transparencia Internacional sobre los índices de corrupción en distintos países del mundo. A nuestro México, lo coloca en un vergonzoso sitio 89, descendiendo 17 lugares en relación al año pasado. Que pena. A nivel internacional nos vemos como un país corrupto y tramposo. Pero también llena de vergüenza que aquí mismo, lo veamos como algo normal, como parte de nuestras vidas, y que no se haga el más mínimo esfuerzo, por cambiar ese estado de cosas. Ni a nivel gubernamental, ni social, ni escolar, mucho menos laboral, se hace alguna acción seria, encaminada a erradicar ese cáncer que nos ha consumido como sociedad. ¿Qué ha pasado? En la debilidad de nuestras instituciones, pero sobre todo en la carencia de una política de estado para combatirla, parece estar la clave. Y que el mexicano lo vea con normalidad, está lo grave. El tema del combate a la corrupción, no existe en la agenda de gobierno. Ni el más mínimo intento de incorporarlo. Y en un país donde el gobierno no predica con el ejemplo, estamos fritos. La percepción general es que la corrupción nace desde el gobierno mismo. Y que desde ahí ha extendido sus tentáculos, embarrándolo y ensuciándolo todo. La delincuencia ha crecido y se ha apoderado de todo, por obra y gracia de la corrupción dentro del gobierno. Políticos y gobernantes, se han enriquecido vil y groseramente, por la corrupción. Millones viven en la pobreza absoluta, por la corrupción. Tristemente vemos que tendrán que pasar varias generaciones, antes de ver medianamente solucionado este problema. Porque está enraizado profundamente, tan profundamente, que hoy por hoy, es imposible de cortar. Pobre México. Casi a la par de de Somalia, Myanmar, Haití y Guinea, países que por mucho, no tienen ni el uno por ciento de la riqueza que tenemos aquí.. En recursos naturales, en bellezas naturales. En gente. Somos mucho país. ¿Por qué tenemos esa maldita enfermedad?