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29 de agosto, 2011

Los partidarios de Enrique Peña Nieto están atemorizados. Y es que en razón de las mentadas circunstancias se antepone poderoso adversario en el camino rumbo a la presidencia de la república. Este no es otro que Rodrigo Medina de la Cruz.

Los ojos de la nación se han colocado en este joven gobernador de Nuevo León quien con harto valor y echándole muchos “desos”, ha salido a terreno, enfrentando lo que a su responsabilidad obliga. Sin miedo utiliza el lenguaje claro para llamar las cosas por su nombre, lo cual no sucede con la mayoría de los mandatarios que prefieren “nadar de muertitos” frente a una realidad de la que están ciertos hasta los párvulos de pecho.

Aunque lo más importante es que Rodrigo se ha colocado al frente de una tarea que parecía imposible pero que empieza a dar resultados.

Lo hemos visto aceptar con firmeza el reto y no le ha sacado, como si cada incidente lo acercara más a la gente. Es en estas condiciones que se alza como líder de una comunidad golpeada por el viento negro de los tiempos. No le pueden llamar cobarde porque no se esconde, ni apático porque siempre está en la primera línea de combate, al margen del apoyo siempre condicionado del gobierno federal, al tiempo que procura ser discreto en su protección personal en el entendido de que quienes merecen más seguridad son justamente los indefensos.

El gobernador de Nuevo León surge del campo de batalla, cuando la comunidad más lo requiere, como producto natural de las horas que vivimos. No es “hechizo” de la publicidad mucho menos resultado del amasiato entre políticos y empresarios que como los matrimonios de interés en el Medievo, responden a razones de estado.

Es un liderazgo fuerte, quizá  el más fuerte de la república, incluso sobre Calderón que ya sabemos dispone y actúa en función de la permanencia panista en Los Pinos.

De manera que los partidarios de Peña Nieto se empiezan a dar cuenta de que su muñeco es de plástico y que en el norte hay uno que se empieza a colgar medallas de guerra. La comparación es exagerada y hasta grosera por no llamarla atrevida, pero recordéis que en el norte se forjó la Revolución y acá mismo podría generarse el cambio que exige el sentimiento nacional.

Usted dirá que Rodrigo Medina está muuuuuy lejos de ser un revolucionario, y tiene razón, pero en las condiciones en que se encuentra el país cualquier lavativa intestinal podría ser buena. Al menos pa’ una mejor digestión.

2.- Pero no crea que quienes han apostado su resto a Peña Nieto ignoran el peligro que se cierne sobre su gallo. ¡No’mbre!, al contrario, fue el motivo pa’ que el pasado domingo muchos  de ellos decidieran “destaparlo” disfrazando el hecho como otro más de los acostumbrados “apapachos”.

Ahí los vimos, entregando el diezmo a su esperanza en el afán de fortalecer la “unidad”  que a estas alturas del desastre todos los políticos imploran. ¡Y cómo no, si saben que México se les fue de las manos!.

Ni como negar que padecemos una clase política que habita el inframundo y lo “más pior”, obsesionada por seguir dañando la existencia de ciento doce millones de mexicas que ya no saben a qué santo rezar. A qué santo rezar digo, antes de utilizar la violencia como último recurso. Parece que la oligarquía olvidó lo sucedido en 1810 y 1910. ¿Será que el fenómeno podría repetirse cualquiera de estos años?. Ojo, no le rasquen los eggs al león.

En este sentido es muy grave que los políticos no tengan capacidad siquiera pa’ comprender lo que pasa en otras partes del mundo donde la raza ha dicho, ¡basta!, y ha echado a rodar las ruedas de su historia.

Mientras tanto no caigamos en la trampa. Lo que sucede ha sido resultado de la descomposición del sistema. La sociedad civil es víctima por ello de ningún a manera solidaria de errores que históricamente la han perjudicado. Esos minutos de silencio y días de duelo solo son cargos de conciencia de los políticos, es decir de nuestros verdugos. ¡Ah, bruto!.

Y hasta la próxima. 

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