Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
14 de noviembre, 2011
El estridente fraude boxístico de Pacman y su amigos contra Manuel Márquez; la estruendosa caída del helicóptero del Secretario de Gobernación; la expectante lucha por Michoacán entre la hermana del Presidente, el PRI y el PRD y el regreso a las celdas de Oscar Iguanzo hicieron pasar por alto los resultados de la interesante encuesta que El Universal hizo a mil tamaulipecos para evaluar en la región la presencia y la aceptación de los precandidatos presidenciales.
El sondeo, con todo el rigor metodológico del caso, se realizó del 29 de septiembre al 30 de octubre del 2011.
Los resultados con estremecedores para el PRI.
Con todo y que sus dirigentes pretendan no procesarlos.
De entrada, el precandidato Enrique Peña Nieto obtiene un soporte del 56 por ciento en población abierta contra un aplastante 77 en población priísta. En principio el dato no parece inquietante. De hecho, en el contexto local, es para festinarlo; es para festejarlo, pues con esos números se presume que puede ganar sin necesidad de sudar excesivamente la camiseta.
El sentido común así lo dice.
56 por ciento, es un contundente apoyo ciudadano.
Y el 77 en el universo priista, es más que definitivo.
El asunto se nubla, cuando esas cifras se insertan en el paisaje nacional.
¿Cómo..?
¿No va de gane el PRI?
Eso se infiere. Lo que oscurece el escenario feliz para el priismo tamaulipeco, es cuando los dígitos obtenidos se comparan con los indicadores de los 32 estados de la república –tomando el DF como una entidad para estos asuntos demoscópicos-.
Sí. Ahí es donde Lucino Cervantes y sus huestes, deben tomar el caso con mayor recato para administrar sus tempraneros júbilos electorales. En el concierto nacional –como dicen los priístas- el tricolor de Tamaulipas anda por la calle de la amargura.
Es el tercer lugar de abajo hacia arriba.
Sonora es el último lugar en adhesión al ex gobernador del estado de México. Por razones muy explicables: es la tierra de su competidor priista Manlio Fabio Beltrones. Los sonorenses apenas dan su simpatía en un 43 por ciento en población abierta y dentro de la familia priista con apenas un 46. Manlio se lleva las palmas en su tierra: 37 por ciento entre la ciudadanía mientras que entre el universo tricolor logra un nada despreciable 48.
Se entiende.
Nuevo León es el segundo de abajo hacia arriba. Aquí Manlio no pinta. Peña Nieto logra un apoyo en población abierta de 57 por ciento en tanto dentro del priismo nuevoleonés se adueña de un impresionante 75.
Tamaulipas ya dijimos: 56 por ciento en población abierta y el 77 entre los tricolores. Tercer lugar nacional. De abajo hacia arriba. Para ilustrar con la jerga beisbolera: casi en el sótano.
Otro dato para frenar el optimismo de Lucino Cervantes y amigos que lo acompañan: Tamaulipas esta 11 puntos por debajo de la media nacional de adhesión a Peña Nieto. En términos estadísticos, es un mundo de diferencia.
¿Qué está fallando?
¿Porqué Tamaulipas está dando tan deplorables resultados cuando se le incorpora y se le compara con los escenarios nacionales?..
Las cifras que Peña Nieto obtuvo en Sonora, son evidentes: ahí se ha polarizado la pugna por la candidatura entre uno de sus hijos predilectos, con el también hijo predilecto del Grupo Atlacomulco. Y se ve con nitidez, la potente estructura que posee el Jefe del Senado.
Tamaulipas y Nuevo León, padecen del mismo mal. La inseguridad, ha arrinconado a sus gobiernos, y les ha cancelado su expresión en buena parte de sus territorios. Esa variable, ha amputado en mucho, la red clientelar priista que en el pasado era alimentada con políticas sociales asistencialistas.
En otras palabras: los gobiernos de Tamaulipas y Nuevo León, se han visto ineficaces para instrumentar políticas sociales amplias y acopiar rentabilidad política como gobiernos y como partido. (Se entiende que también han sido poco diestros para activar al partido que los llevó al poder).
La renuncia de la Secretaria de Desarrollo Social del gobierno de Tamaulipas, evidenció la ausencia de un política social con sentido legitimador. Ya se ha visto, que cuando se gobierna bien, el voto ciudadano lo agradece. Ya se ha visto, también, que cuando se gobierna mal, el voto popular lo señala.
Lucino no tiene mucho, de qué sonreír.