Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
27 de febrero, 2012
Dijo luego Dios; “haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche”. (Libro primero de Moisés).
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Viernes 24 de febrero, nueve horas. Fuerte viento azota la capital del estado, caen algunos árboles, semáforos de cruces importantes “se alocan” al tiempo que amplio sector se queda sin energía eléctrica. En este último apartado se incluye la guarida del escribidor. El caos está presente.
Diez horas y treinta minutos.- llamo al 071 reportando la anomalía. De la ciudad de México responde amable empleada quien asegura que de ciudad Victoria no les han reportado nada, sea que para las oficinas centrales todo es normal. De cualquier forma solicita los datos contenidos en el respectivo recibo y pide además el número de teléfono particular. “Si algo sabemos, como mucho gusto lo llamamos”, dice y cuelga, no sin antes preguntar si en algo más puede servir. No queriendo ser grosero digo para mis adentros: “¡Pues para qué jijos!”. Doce horas.- insisto en reportar la ausencia de energía, ahora responde un caballero quien asegura que de las oficinas locales no les han informado de nada sobre algún corte. “Pero de cualquier forma deme el número de servicio anotado al extremo derecho de su recibo, la dirección y un teléfono donde le podamos localizar”. Le digo que es el tercer reporte y que ya he dado los mismos datos, “pues por el momento no tenemos nada registrado. “¿Tiene en que anotar”?, pregunta, “le voy a dar el número con el que su llamada queda anotada, le aseguro que se habrá resuelto el problema en unas dos horas”.
Catorce horas.- Vuelvo a llamar al 071. De nuevo la misma cantaleta. El problema sigue y la desesperación crece.
Dieciséis horas.- Nueva llamada, por fin aceptan que existe una falla, “pero ya estamos verificando, seguramente que por su domicilio habrá una cuadrilla revisando y esperemos que en cuatro horas a más tardar el servicio quede listo”. “Le voy a dar el número con el cual queda registrada su llamada”. Me asomo a la cuadra, pero no veo ningún trabajador de la CFE o algo que se le parezca. Entonces mi optimismo desaparece.
Veinte horas.- Otro reporte al 071. Para entonces hace un aire frío de los mil demonios. Repito la desgracia de estar sin luz, “pues que extraño porque de las oficinas de ciudad Victoria nos dicen que el servicio ya está normal, que el problema solo duró algunos minutos. Vamos a tomarle su llamada como un asunto particular. De cualquier forma no está por demás que un electricista revise la instalación de su casa, a lo mejor la falla es interna. Le voy a dar el número con el cual queda registrada su llamada, bla, bla, bla.”.
“Pudiera ser”, reflexiono. Llamo a un conocido que atiende esta clase de emergencias y para fortuna lo encuentro de buen humor en sus cinco sentidos. Llega media hora después, busca y prueba por todas partes y concluye que “la bronca” está afuera. “No está llegando la luz”, dice. Recoge sus herramientas, cobra lo respectivo y se retira.
Veintidós horas.- Repito la queja el 071. Hago un relato efímero del problema al hombre que contesta del otro lado de la línea y le agrego lo que a esas horas para ya es una tragedia, es decir, acabo de comprobar que las casas vecinas ya cuentan con energía, ¿porqué la mía no?. Frío y desinteresado el interfecto responde que la instalación debe pertenecer a una línea diferente y entonces hay que esperar, “porque ha de saber que el servicio se irá restableciendo poco a poco y llega en forma alternada”. Al punto de las lágrimas pregunto, “¿y cuánto se llevará eso?”….”Unas diez horas”, señala sin emoción.
Entonces me resigno. Busco el viejo quinqué ubicado como adorno entre libros, por suerte tiene algo de combustible. Lo enciendo y entre sombras danzantes procedo a esperar. Me vence el sueño. A las cuatro de la mañana del día siguiente un resplandor me sacude. ¡Regresó la luz!, me persigno y doy gracias al cielo. Estoy tentado a llamar de nuevo y recetar un novenario de mentadas, pero ¿pá qué?. Recuerdo que como México no hay dos.
SUCEDE QUE
Mi querido Luchino Cervantes se engalla y demanda también castigo pa’ Felipe Calderón en razón y motivo de su interferencia en el proceso electoral. De “irresponsable” no lo baja por la clara violación a la abstinencia ordenada por el IFE. Bien por el dirigente tricolor, mejor si la república atendiera su reclamo.
Y hasta la próxima.