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Otra vez, Reynosa es la joya

Martín SIFUENTES

7 de febrero, 2013

A Reynosa nos la han vendido como “la ciudad con más desarrollo en el estado, la más grande, la de mayor número de habitantes”.  Y por ende, la más importante políticamente.

Todo esto puede ser cierto. Es más, no lo dudamos.

Pero también nadie nos puede negar que Reynosa es una ciudad problemática, caótica en su vialidad, con colonias carentes de servicios básicos, y hasta con sobre población.

Ahí viven y trabajan muchas familias de origen veracruzano, gente buena y generalmente muy animosa. Dicen que son más de 250 mil. Son muchos.

Nadie nos ha podido explicar bien a bien a que se debió la migración veracruzana. Lo único que nos han dicho es que tuvo que ver con el explosivo crecimiento de la maquila en la década de los 80s y parte de los 90s.

Hay que dejar muy en claro que no son los migrantes del sur los causantes de los problemas de Reynosa. No, porque se trata de gente que llegó  a la frontera en busca de un trabajo honrado, y porque en su mayoría son gente trabajadora y sencilla, como son los habitantes de la tierra de Agustín Lara.

Reynosa, con todo y su gran crecimiento, se metió en un brete, debido a que en aquellos años se abrió indiscriminadamente la puerta a la inversión. Parece paradójico, pero en la medida en que se fueron instalando industrias, fueron creciendo los problemas, porque se fueron  creando asentamientos humanos en donde no deberían. Y ahí nació todo.

 

No se controló el crecimiento de la ciudad. En aras de recibir empresas que crearan fuentes de trabajo, se descuidaron aspectos fundamentales que toda ciudad debe observar. Hoy,  esas empresas pagan a sus trabajadores salarios de hambre, y esas personas viven en colonias sin servicios públicos. Y están demandando que el gobierno se los de. Y el gobierno no puede.

Desde los tiempos del  fallecido Ramon Pérez, pasando por Rigoberto Garza, la primera etapa de Luebbert, el breve paso de Higareda y  los interinatos de Ernesto Cantú y Betico,  fueron los mismos problemas.

Ya con Serapio, Cabeza y su Miguel Villarreal Ongay, y con Luebbert y Everardo, Reynosa aparece en dos listas, una buena y una mala. Se presume como ciudad con gran desarrollo. Pero a la vez, no se quiere mencionar que aparte de la inseguridad pública, como toda la frontera, tiene otros graves problemas de desarrollo urbano.

Y viene todo lo anterior a propósito de que Reynosa una vez más se convertirá en “la joya de la corona”. Tal parece que hay un enorme interés desde donde se toman las decisiones más importantes en Tamaulipas, para que por ningún motivo haya riesgos electorales en esta ciudad.

No está por demás recordar que el poder se ha alternado en Reynosa en los últimos tiempos. Que lo mismo en elecciones federales, como locales, el PRI ha probado miel y hiel. Y que sus victorias han sido bastante apretadas.

Ahora, se tendrá la intención de que en  Reynosa, como debe ser, por tener el mayor número de electores en todo el estado, se debe arrollar a sus oponentes. Y que para ello, se vislumbra la formación de una terna de candidatos a alcalde y diputados locales, que sea un trabuco.

Lo cierto es que más de tres se mueren por encabezar esa terna.

Falta poco tiempo. Pero le debe ser suficiente para planear que hacer con la Reynosa emproblemada de hoy en día. Con la ciudad más grande, más habitada y la de mayor desarrollo.

Pero también con la ciudad más difícil de gobernar.   

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