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Sindicalismo, a la baja

Martín SIFUENTES

3 de mayo, 2013

La reciente “celebración” del Día del Trabajo, irremediablemente nos llevó al recuerdo de aquellos que hace décadas ostentaban el poder sindical y político en Tamaulipas, y que curiosamente, tuvieron finales muy similares.

El caso Joaquín Hernandez Galicia, “La Quina”, debe ser tratado junto con el de su entonces incondicional, Salvador “Chava” Barragán. Aunque la cárcel acabó con su amistad y complicidad, entre ambos, en sus tiempos de gloria, hicieron y deshicieron en el sindicato petrolero. Y su poder traspasó a la esfera política. En el sur del estado, no caía una hoja de un árbol si antes no lo autorizaba “el señor”.

En el sur, también brillaron y después sucumbieron en el despeñadero político, Diego Navarro Rodriguez y Genaro de la Portilla. El primero, ya muerto, el segundo aun con alientos y aspiraciones, pero sumamente devaluado. Los dos, en su momento, igual que “La Quina” y Chava, pisaron la cárcel.

Casos similares en el norte con Agapito Gonzalez Cavazos y Pedro Perez Ibarra. En Matamoros y Nuevo Laredo, ellos mandaban y ostentaban un poderío más allá de lo puramente sindical.

Sin embargo, a los dos se les apareció un demonio llamado Carlos Salinas. Agapito, por su avanzada edad no pisó la cárcel, pero estuvo en calidad de detenido en un hospital. Poco después murió. Perez Ibarra en cambio, cuando sintió que iban tras él, cruzó la frontera y se autoexilió en Laredo, Texas, desde donde vio derrumbarse todo su imperio. 

Viene a colación todo esto, porque en el reciente Día del Trabajo, las dirigencias sindicales, en sus eventos conmemorativos, desde Tampico hasta Nuevo Laredo, recibieron sonoras silbatinas de sus propios agremiados. Y ello, no es más que la advertencia, de que sus tiempos se extinguen. 

El llamado “nuevo sindicalismo” en Tamaulipas, de nuevo no tiene nada. Por más de 20 años, hemos visto las mismas caras.

El poder subyuga. Por una desconocida razón, los dirigentes se eternizan en el puesto. Nadie les cree que “es por la voluntad de los trabajadores”. Han hecho por más de dos décadas, del poder sindical, una muy cómoda y lucrativa forma de vida.

Son sumisos ante autoridades y empresarios, porque esa es su conveniencia.

Los personajes del pasado, incomodaron al gobierno por su rebeldía, por sus demandas. Tomaban para ellos, pero también luchaban por sus agremiados. Hoy, ya no vemos eso.

El descontento de la clase trabajadora es evidente. Salarios cada vez más raquíticos, las prestaciones se van esfumando una a una, y no ven un respaldo en quien los representa.

Hay brotes de inconformidad. Y no se trata de algún vivo que quiera dar “un golpe de estado”, sino de auténticos trabajadores que comienzan a manifestar su hartazgo por la falta de apoyo de sus dirigentes, por la ausencia de una real representatividad.

Y por una inexistente democracia hacia de interior de los sindicatos.

Esto último es uno de los puntos que  más desanima a la clase trabajadora. En Tamaulipas, en la enorme mayoría de los sindicatos sus dirigentes tienen 20 0 mas años enquistados en la dirigencia y no se les ve la menor intención de dar paso a nuevas generaciones.

A lo anterior, sumemos que un buen  número de “secretario generales” ostenta un nivel de vida muy superior al de sus representados. Y ello, ofende a las empobrecidas bases.

No se han modernizado, no se han preparado. Solo se han acomodado y amoldado a la conveniencia de los gobiernos en turno para sobrevivir, pero es un hecho que si los trabajadores tuvieran la verdadera libertad de agremiarse o no, la gran mayoría optaría por ser libre.

El sindicalismo mexicano podría estar en riesgo de desaparecer si no se reestructura hacia su interior.  Hoy en día, su reto es la adaptación, para usarla como arma y evitar que siga creciendo su desprestigio ante la opinión pública.

Adaptarse al México del 2013, y olvidarse que fueron (ya no lo son) una herramienta desplegada en el contexto corporativo bajo el que se diseñó el estado mexicano hace ya muchos años.

Hoy son otros tiempos. Los gremios hoy deben adaptarse a una nueva realidad y a una economía global.

De paso, podrán recuperar el protagonismo político del que antes hacían gala.

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