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27 de junio, 2013

A la falta de sustancia en las propuestas del montón de candidatos que recorren cada rincón de Tamaulipas, se suman además las falsas promesas.

Más de centenar de aspirantes, principalmente al congreso estatal, “se dejan caer” con insólitas declaraciones en sus recorridos y mítines. Ellos mismos saben que están mintiendo sin rubor alguno. Y les vale.

Pero allá ellos y quien se los crea. La sociedad ya está harta de que se le quiera ver la cara, y de que los partidos y candidatos, solo la usen cuando la necesitan, es decir, en tiempos electorales.

De acuerdo a analistas, dadas las condiciones de seguridad, el problema económico generalizado y el desencanto que causan los políticos, es de esperarse que el 7 de julio, solo se hagan presentes en las urnas, por mucho, el 45 por ciento del electorado.

Cifra por debajo de lo presupuestado. Aunque aún hay quien opina que ese 45, 47 por ciento es demasiado, que la votación será más baja.

Muy cierto es que una elección local, siempre había sido más calurosa, más apasionada que una federal. Sin embargo, hoy estamos asistiendo a un proceso gris y ausente. Y no se le puede culpar a la legislación que lo rige, sino al desempeño de partidos y sus candidatos.

Cuando se pone en marcha la costosa operación de los órganos electorales, cuando se financia de tan amplia manera a los partidos, y a cambio solo se recibe a una ínfima  cantidad de electores en las urnas, no podemos hablar de otra cosa, más que de fracaso.

La verdad es que ha sido la pobreza de candidatos, de propuestas, de ideas claras, la escasez de sustancia, lo que ha propiciado que estemos frente a una elección a la que la verdadera sociedad, la que no va a eventos ni a mítines, no la ve, ni la siente.

Salvo el esfuerzo que evidentemente hace el PRI, partido que ya tiene una estructura, una forma de trabajo y hasta una maquinaria que echa a andar, y medianamente el PAN,  los demás partidos se muestran hasta esta semana, flojos, aletargados, lentos.

Y además, cometiendo el error de prometer lo imposible.

Como resultado de lo anterior, el electorado se aleja de los procesos políticos. Recordemos que estudios recientes demostraron que en la escala de afectos de la ciudadanía, los políticos, en especial los legisladores, ocupan la escala más baja, incluso más baja que la policía. No hay manera entonces de convencer a los escépticos de que hoy todo va a ser diferente.

Y peor aún, cuando realmente nada es diferente.

No podemos pedirle, mucho menos exigirle  a la ciudadanía, que se interese por propuestas sin sustento. Es más, ni deberíamos solicitarle a los electores elegir de donde hay tan poco que escoger.

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