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Portes Gil y la caballada tamaulipeca

José Ángel Solorio

15 de enero, 2012

  El sistema político tamaulipeco posrevolucionario fue imaginado y cincelado, en buena parte, por el victorense Emilio Portes Gil. Le proporcionó sustancia, fundando dos de las organizaciones sociales y políticas de mayor transcendencia en la sociedad tamaulipeca: la Liga de Comunidades Agrarias (LCA) y el Partido Socialista Fronterizo (PSF).

 (Impulsó también una organización obrera, que dadas las características de la sociedad rural de la época tuvo su mayor influencia en el sur del estado).

  En parte, eso explica por qué la corriente política que comandó el ex presidente de la república duró en el poder, con breves intervalos, de 1925 a 1947. Esta periodización la han hecho los más destacados historiadores tamaulipecos –Juan Fidel Zorrilla, Octavio Herrera y Arturo Alvarado Mendoza-, porque consideran el inicio del portesgilismo con el ascenso a la gubernatura de su líder en 1925 y el 1947 el colapso con la caída del gobernador Hugo Pedro González Lugo.

Platiqué  varias veces con Hugo Pedro.

 En 1995 era un hombre que arañaba los 80 años. Delgado. De hablar pausado. Charlaba con una sorprendente ausencia de emociones. Quizá, porque ya nada le sorprendía. A lo mejor, porque lo había visto todo en la vida. Probablemente, porque esperaba la estación final que la vida a todos nos reserva.

Vestía extremadamente modesto. Un traje azul y corbata del mismo color, que incontables lavadas –presumí en aquel momento- habían dejado atrás sus momentos de gloria. Zapatos sin polvo, pero con manchas de la piel original que sobresalían sobre el color negro.

Le dije para romper lo tenso que suele ser el primer encuentro:

-Leí  su libro. El del portesgilismo en Tamaulipas…

Ni un músculo de su rostro se movió. 

 Pero me dijo, con respeto más que con amabilidad:

-Gracias.

Platicamos entonces largamente.

Me contó  cómo Miguel Alemán Valdez construyó la conjura para derrocarlo de la gubernatura de Tamaulipas e imponer al sub Secretario de la Defensa Nacional, general Raúl Gárate. Me comentó de las trayectorias de su padre y suya en el PSF en su natal Nuevo Laredo. Me explicó por qué Portes Gil se convirtió en el líder político de varias generaciones de tamaulipecos.

Compartió  una de las enseñanzas del portesgilismo: el equilibrio político entre las regiones tamaulipecas. “Si la región norte se llevaba la gubernatura, Portes Gil –quien era el factor decisivo en la cosa política estatal- orientaba la candidatura a la Senaduría para el centro o el sur de Tamaulipas”, de esa manera “las regiones contaban con representatividad en los cargos de poder político”.

Ese método proporcionó legitimidad al portesgilismo, solidez al sistema político regional y agenció armonía entre la clase política dominante local. La medida, por lo racional y práctica se convirtió en casi un mandato del partido hegemónico hasta nuestros días.

Que se recuerde, nunca los candidatos al Senado han surgido de una misma región. Y menos, de una sola ciudad. Esto es un referente obligado porque la clase política matamorense, tiene al menos cinco potenciales candidatos al Senado: Guadalupe Flores, Raúl González, Marco Antonio Bernal, Manuel Cavazos Lerma, Baltasar Hinojosa y Tomás Yarrington Rubalcaba.

Guadalupe Flores por razones de equidad –las mujeres se convirtieron en entidades indispensables ante la obligatoriedad jurídica: deben ser postuladas al menos en una representación del 40 por ciento-, ya está en la lista de la fórmula para el Senado del PRI. O sea: los restantes matamorenses –si acatamos los dictados de la historia- están fuera.

Bajo ese mismo marco de referencia, habría que sacar de la fórmula a cualquier otro miembro de la clase política de la frontera norte. Enfrentan ese fatalismo histórico regional: todos los restantes nombres de precandidatos que tengan origen la frontera tamaulipeca. Todos.

  Por diversas razones –una de ellas la inseguridad- la clase política del sur de Tamaulipas vive una permanente diáspora. La política dejó  de ser para ella, una prioridad. La sobrevivencia remplazó cualquier otro objetivo para los actores políticos jaibos. Quienes decidieron quedarse, son de tan menor relevancia que no dan las exigencias competitivas como para la diputa de una Senaduría. (Acaso Paloma Guillén Vicente sea uno de los cuadros de mayor estatura. Pero su más reciente tarea en la campaña de Enrique Peña Nieto, la excluyen).

En esos escenarios –si la Historia no miente-, el centro de Tamaulipas tiene el otro boleto para la Senaduría. Y no hay muchos. Morelitos Canseco, Enrique Cárdenas del Avellano y Homero de la Garza.

Como pocas veces, citando a uno de los clásicos de la política mexicana:

 “Está muy flaca la caballada…”

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