Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
1 de marzo, 2013
Me tocó vivirlo ya como reportero. Era aun muy joven y con poca experiencia, aunque ello no me impidió percibir que estaba ante un suceso que iba a cambiar la historia del poder sindical en México.
Aquella fría mañana del 10 de enero de 1989, nos avisaron que “algo pasaba en la casa de don Joaquín” (en Tampico, o Madero, nadie le decía “La Quina”) y hasta allá nos trasladamos. Los soldados iban saliendo de aquella residencia en la calle San Luis de la colonia Unidad Nacional. Entré con mi camarógrafo y vi, nadie me lo contó, una enorme cantidad de armas, muchas aún empaquetadas, en la estancia y sala de aquella casa.
Lo demás, es historia por demás conocida.
El aparato gubernamental se encargó de hacernos creer que había capturado a un monstro. Y lo acabaron. Un simple manotazo del sistema bastó para terminar con un cacicazgo de décadas. Y junto con el proceso legal, como persona, fue defenestrado, hecho pedazos.
En poco tiempo, el otrora poderoso, ya no era nadie. Hoy, no es nadie. Todos los que lo adoraban lo desconocieron. Se quedó solo.
Inolvidable aquella cabeza principal de la portada de Proceso: Lo crearon, lo solaparon; lo aplastaron
Hoy, 24 años después, simplemente habría que cambiarle a ese titular el género, lo demás sigue aplicando correctamente.
Elba Esther Gordillo, fue creada por el sistema para el relevo de otro cacique, Carlos Jongitud Barrios, a quien por cierto habría que reconocerle que supo entender a las primeras de cambio que sus servicios ya no eran requeridos, y sin grandes complicaciones, entregó el poder. Y lo entregó a la elegida por el entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari, a quien podríamos adjudicarle la fabricación de la maestra. Le entregó un sindicato poderoso y lo hizo aun más, le dio poder y lo acrecentó, hasta el punto de sentirse intocable y todo poderosa.
Elba Esther, fue solapada. El mismo Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, supieron siempre quien era la dirigente del SNTE, y la dejaron ser. Es impensable creer que un presidente no sea informado de la vida y milagros de los personajes del poder. Todos ellos supieron de la vida de lujos, dispendios y excesos de la maestra. Supieron de sus nexos políticos, de sus relaciones con secretarios y gobernadores, de sus peleas, de sus fobias y sus filias. Y la dejaron ser.
Elba Esther, fue aplastada porque no entendió que ella era simplemente un instrumento del sistema. Porque creyó que era un factor real de poder, y eso era irreal, pues solo era usada a conveniencia. Nunca lo comprendió, la soberbia le ganó.
Y hoy, como La Quina hace 24 años, ha sido pulverizada.
En condiciones diferentes, pero la historia se repetirá. Habrá un Sebastián Guzmán Cabrera que venga a suavizar la transición. Y después llegará un Carlos Romero Deschamps que tendrá como función principal lograr que el sindicato más numeroso de América Latina, sea completamente afín a los intereses del gobierno.
Y la maestra, como pasó con Hernandez Galicia, irá al cementerio de la política. Ignorada. Sin seguidores. Instalada en el olvido.
Imposible negar la similitud de ambas historias. Y que si a uno le fabricaron los delitos y a la otra no, es lo de menos. Los dos se enfermaron de lo mismo, y su creador, el sistema, después de solaparlos un tiempo, no tuvo más remedio que aplastarlos.