Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
2 de septiembre, 2013
Al mexicano promedio, al del 2013, le cuesta trabajo creer.
Aquel que tiene de 60 años para abajo, ha vivido en un México en crisis permanente, y le han tocado devaluaciones, saqueos, increíbles actos de corrupción.
Ha visto a lo largo de su vida, siempre, desempleo, inseguridad, pobreza.
El mexicano promedio, no ha visto, nunca, un ápice de progreso como país. No ha visto futuro, ni perspectiva.
Por lo tanto, está decepcionado. No cree fácilmente lo que le dicen. Tiene una natural desconfianza hacia todo, especialmente hacia los políticos y el gobierno.
A propósito del primer informe de gobierno del Presidente Peña Nieto, es fácil llegar a la conclusión de que el mensaje del Jefe del Ejecutivo, por más buenas intenciones que tenga, por más verdades que traiga, genera incredulidad en ese mexicano que ha sufrido tanto y que no ha visto la suya en prácticamente toda su vida.
El llamado presidencial a concretar las “grandes reformas”, como la fiscal, la educativa y energética, les resulta a las mayorías algo desconocido y lejano.
Y cuando le hablan de una disminución en los índices delictivos, simple y sencillamente se sonríen, porque no creen.
Recientemente, Peña Nieto dijo en un evento: ``Por eso estamos cambiando y estamos claros que todo cambio tendrá resistencias, pero creemos que somos muchos más los que creemos que es necesario y vale la pena hacer los cambios y ajustes que el país necesita``.
Se refería a los esfuerzos que ha estado haciendo su gobierno por convencernos a todos, de las bondades de sus propuestas.
Pero para hacer creer a ese mexicano que hoy no cree, se necesitan grandes pruebas. Y ese será el gran reto presidencial.
Hoy por hoy, las grandes mayorías no le creen al presidente, como tampoco a los diputados o a los políticos en general.
La crisis de credibilidad del sistema político mexicano tiene muchos años. Y será muy complicado revertirla. Pero no es imposible.
Solo hay que darle pruebas. De honestidad, principalmente.
Y pruebas tangibles, que se puedan llevar a casa. Y el día que esa casa, deje de ser una humilde morada, cuando haya un trabajo realmente bien remunerado y seguro, cuando los chicos vayan a una buena escuela y se atiendan en un gran hospital, entonces podrán comenzar a creer.
El mexicano promedio tiene ganas de creer.