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El reto de las sirenas lùdicas

Fernando Acuña

29 de agosto, 2011

  La  ley  sobre Juegos y Sorteos  en México, es tan anciana como las  señoras de edad, que  murieron asfixiadas por el humo, en el interior de un casino regiomontano. Data de 1947,  y  en el 2004,  fue auxiliada por  el oxígeno de un polémico reglamento.

    En nuestro país, los casinos nacieron con Plutarco Elías  Calles, y fueron prohibidos  en 1938, durante  el mandato  del General Lázaro  Cárdenas. Posteriormente, Fox  los revivió. Ciertamente,  la nuestra es una sociedad que gusta de hacer apuestas, no  solo políticas, sino    también en el impredecible  vértigo del azar.

   Durante  las  poco más de 85 ferias que  anualmente  se realizan  a lo largo  y ancho del territorio nacional,  la gente participa en  casas de juego, amén de  las rifas  y  los sorteos, que uno se puede encontrar en ellos.

 Muchos  de estos,  son auténticos  “desplumaderos”  que   funcionan  con el  aval de las autoridades federales. Hace  años, en lo que fue la Feria  realizada en las modernas instalaciones del Parque Bicentenario, me  encontré una  de esas noches, con un tipo que, ofrecía regalos de 10  o 20 mil pesos. Televisores, computadoras o cosas parecidas. Cualquier incauto podía dejar ahí, en solo  20 minutos,  hasta cinco o diez mil pesos, sin obtener nada a cambio.

  El  tema  de  los casinos,  ha estado  en  las más altas tribunas  del  Congreso mexicano. Las legislaturas  LVII, LVIII, LIX  y  LX  lo han abordado, generando fuertes polémicas,  y lógicamente  sin llegar a ponerse de acuerdo. Dos  de los partidos que  han  planteado el tema, son el  PAN  y el  PRI. Hasta  los funestos acontecimientos ocurridos  éste  26  de agosto en Monterrey, ambas fuerzas políticas  coincidían en la imperiosa necesidad de  actualizar  la vetusta ley en la materia.

   La  realidad desnuda  es la  siguiente:  más allá  del  llamado juego público, que incluye nuestra  tradicional  lotería nacional  y otros sorteos más  jóvenes, lo cierto es que,  los juegos privados de los casinos, carecen en lo absoluto  de una buena reputación. No  existe  control alguno sobre ellos y  dichos garitos  flotan sobre una  espesa bruma de intereses, donde  no  se descarta  el blanqueo  de capitales.

  El  impacto social  de los casinos  y sus circunstancias,  desemboca finalmente  en el tema duro de la inseguridad  y de la violencia organizada.  Sobre esta situación, el  actual  Código Penal  y las leyes federales en la materia, se encuentran grotescamente  desfasadas. De tal suerte que,  lo  ocurrido  recientemente en Monterrey,  seguramente  dará  pie  a una necesaria modernización legislativa sobre la materia. Aunque, para tristeza del país, taparemos el pozo, después de ahogado el niño.

  Viéndolos objetivamente,  los casinos presuponen dos caras: la positiva es la derrama económica y  los empleos que  se generan por ésta vía; la segunda, lastimosamente  la más cuestionada, engendra  temas de decadencia social,  como el alcoholismo, la drogadicción,  la prostitución  y  la violencia.

  Un punto aparte  de esta temática,  lo constituye la  Ludopatía, que es calificada como un impulso irrefrenable de jugar,  todo ello   a pesar de  estar consciente  de sus  negativas consecuencias. Se  le considera básicamente como  un trastorno patológico.

  Algunas de sus manifestaciones  son las siguientes: a).—La persona tiene pensamientos  frecuentes sobre  experiencias relacionadas con el juego.b).—La persona  requiere cada vez más de mayores apuestas, atado  a una  absurda cadena de emociones.c).---No puede dejar el juego, sin sentirse inquieto  e irritable.d).—El individuo  intenta recuperar las pérdidas del juego, con más juego.e).—La persona le miente a su familia, amigos o terapeutas, sobre las cantidades que destina al juego.f).—El  protagonista, puede llegar a violar la ley, para obtener dinero y seguir jugando. Y  por último,  el jugador  recurre a su familia u amigos, para pedir prestado  y seguir jugando.

   En este sentido,  el escenario del azar y su industria de garitos,  implica según los especialistas dos conceptos que no deben de  faltar, a la  hora  de un análisis  serio sobre  el particular. Esto es, la necesidad de  “educar”  a los jugadores sobre  una actitud  sana  y  responsable. Y la advertencia para que no caigan en un abismo de tipo patológico.

   Imagínese usted, estimado lector, el mundo  de esas mujeres de la clase media alta neolonesa que fallecieron,  damas sin  otra vida que encerrarse  a jugar frente a una máquina. Muchas de ellas, seguramente  ya estaban convertidas en  ludópatas consumadas.

  Por todo eso y más, me parece que,  el  drama  de la muerte masiva en  el Casino Royal  de Monterrey, debe  implicar acciones mucho más profundas que la simple judicialización.

     Todo esto, arroja preguntas interesantes:  ¿A  que se dedica  la clase media alta en México..?  ¿Qué sucede con las mentes de esos personajes,  hundidos en la semi penumbra  de  un recinto, mediatizado  por la música  adictiva de las máquinas  y sus  cantos de sirenas lúdicas..?

  Dicen que cuando alguien cae en  sus garras, es difícil sustraerse a sus encantos. Los  jugadores del Casino Royal,  murieron  anestesiados  por la obsesión de los bingos y otras  inyecciones emocionales.

-----------ALFREDO  Y  LA DISCRETA ESTRATEGIA  DEL PRESUPUESTO---

  Ciertamente  las cifras son metálicas. Pero en manos humanas, adquieren sensibilidad y  visión social. En   el Tamaulipas de Egidio Torre Cantú,  la lucha educada  y diplomática por adquirir  mayores recursos,  para hacer frente a nuestra compleja realidad, es  tarea medular. Hablo de un trabajo  sexenal que, no  es visible a los medios, pero que se hace presente en acciones contundentes, como  el paulatino  avance en el tema de seguridad.

  Atrás  de estas acciones,  se palpa el trabajo del Secretario de  Finanzas  Alfredo González  Fernández. El hombre va y  viene  a la ciudad de México. Toca puertas. Defiende el punto de la inversión que resulta crucial para que nuestras familias vivan en paz. De esta manera, Alfredo se convierte en actor importante de un escenario tamaulipeco, pródigo en esperanzas por un futuro mejor.

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