Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
10 de noviembre, 2013
Lo que es de lo más normal en las democracias consolidadas, en nuestro país, asusta y escandaliza.
Me refiero a las quejas de varios legisladores que se ven asombrados por el reclamo que les hacen sus electores por el voto que emitieron para la aprobación de la reforma hacendaria.
Generalmente las propuestas en las que se trata el tema de los impuestos, son mal recibidas, pero la de este año, era absolutamente impopular, básicamente porque se le encajaba más la uña a quienes siempre pagan, se seguía perdonando a los que nunca pagan y porque no mostraba una señal de unidad o al menos de un “vamos a jalar todos parejos”.
Y ocurrió lo que nunca había ocurrido. Que por fin, a nuestros diputados y senadores, básicamente de estados fronterizos, el pueblo les exigiera una rendición de cuentas.
“Yo no te escogí para que votaras de esa forma”, parece ser el primer reproche que hoy en día se les hace a los supuestos representantes populares.
Y es que como no están acostumbrados a rendir cuentas a sus electores, se sorprenden. Algunos hacen cada año una faramalla a la que llaman “informe”, pero que en realidad es un acto político para medir su popularidad.
Hoy, legisladores norteños se indignan porque su gente les pide una explicación sobre el por qué de su voto, y se dicen acosados.
Hasta tuvo que salir el presidente de la junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, un perredista, Silvano Aureoles, a defenderlos y pedirle al PAN y a los empresarios “dejar ya la campaña de odio y de linchamiento contra quienes avalaron la reforma hacendaria”.
Lo que sucede realmente es que no hay en México una cultura de rendición de cuentas por parte de los legisladores. Nunca se los hemos exigido y están más que acostumbrados a obedecer a sus líderes políticos, que a la voluntad de quienes les dieron sus votos.
Hoy, que por primera vez que alguien se atreve a reclamarles, y con todo derecho, el sentido de sus votos, se repliegan y se sienten amenazados.
Bien haríamos los ciudadanos en buscar la manera, claro, respetuosa y sin agresiones o insultos, de exigir a cada diputado o senador, que realmente representen al pueblo y no a los intereses políticos o partidistas del momento.